El ser humano, como especie animal ha logrado grandes cosas, en menos de 4 millones de años —cuando se tiene registro de la aparición del Australuphitecus
— hemos acumulado importantes hazañas.

Para empezar nos hemos posicionado como la especie dominante sobre la faz de la tierra, hemos conquistado tanto las alturas como las profundidades de nuestro planeta, con la ayuda de nuestro ingenio y la tecnología derivada de él; hemos llevado hombres y mujeres al espacio, con artefactos creados por hombres y mujeres brillantes; hemos ganado la batalla contra un sinfín de enfermedades y seguimos sin tregua la guerra contra añejos y nuevos padecimientos provocados por nuestro propio desarrollo, por nuestra propia avaricia de conocimiento y nuevas experiencias.

Sin exagerar en las enumeraciones, nuestra especie ha conseguido importantes avances, en favor y también en contra de nuestra propia raza, pero en ese camino hemos olvidado un sin fin de cosas, y hemos provocado incontables efectos en el planeta que habitamos o más bien dicho cohabitamos con especies mucho más antiguas y más “conscientes” de su rol en el planeta.

Hoy por ejemplo hemos participado en la extensión, por diversos motivos, -algunos sumamente mezquinos- de cientos de miles de especies que formaban parte de nuestro planeta, y según la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio, un estudio promovido por el Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU, estamos experimentando la mayor ola de extinciones después de la desaparición de los dinosaurios (la cual fue masiva). Hoy dicho estudio señala la extinción de más de 150 especies por año, es una tasa nunca antes vista en los últimos 30 años.

Sin embargo, no todo es el mal trato que hemos tenido con otras especies; sin ir tan lejos, hoy gracias a la masificación y tecnificación de las comunicaciones, la elevación de la densidad poblacional, así como fenómenos demográficos y sociológicos diversos, se ha provocado el surgimiento de nuevos padecimientos sociales, cuya aparición si bien no ha sido reciente, si se ha evidenciado con mayor frecuencia en los últimos años: el acoso de muy diversas índoles, orígenes y víctimas, el hostigamiento sexual, por mencionar algunos de estos padecimientos sociales han encontrado recientemente (no más de tres lustros) paladines cuyo impulso ha detonado la generación de política pública que define, sanciona y mejor aún previene conductas de este tipo.

Pero no quiero hacer de esta colaboración una tira de negativismo o terror social, es momento de poner cartas en el asunto y de convocar a nuestra consciencia para asumir actitudes preventivas más que reactivas. Hace apenas unas semanas, una institución de educación superior pública de la entidad, perteneciente al subsistema de Universidades Tecnológicas y Politécnicas (CGUTyP) de la SEP fue anfitriona de la firma de un grupo de instituciones nacionales, que con el afán de involucrarse tácitamente en el tema, firmaron la Carta de la Tierra, iniciativa de la ONU que convoca a la sociedad en general a tomar acciones para proteger al planeta y a todas las especies que en él aún habitan. Por otro lado otra institución del mismo subsistema firmó recientemente un compromiso público de luchar contra el acoso y hostigamiento sexual entre toda su comunidad.

Igualmente con escasos días de diferencia, un grupo de instituciones interesado por el tema de conservación del medio ambiente, firmó un convenio con la Comisión Estatal de Aguas para emprender acciones en favor de la concientización, aprovechamiento y cuidado del agua.

Pero lejos de firmar compromisos o involucrase en temas específicos, el asunto de la cultura de la prevención debe impregnarse en nosotros desde la educación temprana, desde la educación de casa diría yo. Que ha pasado con aquel simple dicho: “vale más prevenir que lamentar ” de nuestros bisabuelos; ¿acaso tenemos que ver cómo acabamos unos con otros, cómo nos degradamos, humillamos o sometemos o cómo agotamos hasta la última gota de líquido vital para la raza humana, para poner un alto y reaccionar; ¿tienen que seguir muriendo miles de especies, o agotar nuestros recursos más preciados para tomar conciencia y prevenir y tomar acciones antes de que sea demasiado tarde?. Es momento de que todos hagamos algo.

Hoy la cultura de la prevención debería estar bastante más impregnada en la sociedad, debemos ser preventivos y no reactivos, y aquellos que nos dedicamos a educar, tenemos —creo yo—, una responsabilidad mayor por hacer que la cultura de la prevención verdaderamente se convierta en algo cotidiano, en el actuar de niños, jóvenes y adultos, en un valor más de las organizaciones públicas o privadas, en un estandarte de las administraciones para hacer que los temas de verdadero impacto para las sociedades se vuelvan a poner en un horizonte visible, nuevamente.

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