Han terminado las precampañas y la sensación que permanece es que los meses que vienen serán aterradoramente largos; algunos de los protagonistas ya se repiten más que el ajo. Me queda claro que, con el tipo de comunicación política que tenemos, no se puede profundizar demasiado en temas centrales, como los que formulaba Jesús Reyes Heroles el jueves pasado, en este diario, en un magnífico artículo. Tampoco estoy seguro de que los equipos tengan un nivel de sofisticación para atender la magnitud que las preguntas del ex secretario de energía exigen. Me encantaría que así fuera, pero tanto el tipo de campaña como el elector al que se dirigen piden cosas más sencillas y motivantes. Si las campañas fuesen un desafío intelectual, tendríamos mucho mejores gobiernos, pero la verdad es que la mayor parte de los equipos gubernamentales se sientan en los despachos ministeriales a aprender o a atender el día a día. No existe en nuestro país, una cultura de la previsión y mucho menos de la prospectiva; las cosas se hacen como van saliendo y se improvisa de una manera más frecuente de lo recomendable.

La única certeza que tenemos (los electores) es que ya los hemos visto gobernar a todos y ni el más desinformado de los ciudadanos puede esconderse bajo el velo de la ignorancia. Incluso los independientes tienen ya perfilada una propuesta, pero tienen un pasado que los condiciona, en el mejor sentido de la palabra. ¿Qué nos podrá decir El Bronco que no hayamos visto en Nuevo León? Y si algún ingenuo cree que, por el desparpajo en su forma de hablar, el ex gobernador hará algo muy diferente a lo que hizo en su estado, es verdaderamente enternecedor pensar otras cosas. Armando Ríos Peter fue un hombre que recibió un apoyo decisivo del gobierno para repartir recursos cuando su entidad quedó devastada; es decir, es un estupendo gestor y ha estado en gobiernos de distintos signos.   Su rechazo a ser candidato al gobierno de Guerrero lo marcó para bien y para mal. Margarita Zavala tiene gran arrastre en un sector identificado con el PAN, como reflejan sus firmas y su intención de voto, pero para nadie es un misterio que el círculo más cercano a su marido sigue siendo el núcleo fundamental de su propuesta política. Sorprende, hasta cierto punto, el poco arrastre que la candidata de los zapatistas ha tenido, aunque la forma en que el liderazgo del subcomandante se ha eclipsado deja entrever que aún los movimientos con más legitimidad social requieren, en esta sociedad del espectáculo, de liderazgos estridentes y llamativos.

En los partidos grandes y sus satéiltes las cosas son aún más claras. El Frente gobierna más de la mitad de los estados del país y, salvo lo que piensen los anayistas de hueso colorado, es difícil imaginar que Tamaulipas, Veracruz, Puebla o Guanajuato son modelos de gobernabilidad democrática. Tampoco resultará fácil convencer a los capitalinos de que un nuevo régimen florecerá de las cenizas de un PRD absolutamente carcomido. En el PRI las cosas son peores. Gobiernos corruptos e ineficaces exhiben logros que no han podido terminar. Es lastimoso escuchar la publicidad de un tren México-Toluca que todavía no existe. Lo mejor que puede hacer Meade es tomar distancia de un gobierno gastalón y poco eficaz. Y finalmente “ya sabes quién” ¡usa como elemento publicitario su gestión en la capital!, la de Ponce y Bejarano, o la de las componendas con los desarrolladores inmobiliarios y la gente en la calle pidiendo seguridad.

Oiremos, pues, las promesas de cambio. Pero para mí el verdadero cambio vendrá cuando alguien se tome en serio la edificación de instituciones. A mi juicio, el inquilino de los Pinos es lo de menos. Hoy la violencia es una epidemia y casi la mitad de las empresas han sido atacadas por criminales, según datos divulgados recientemente por la Coparmex, y eso no se arregla con ocurrencias. Tienen, entre las precampañas que terminaron y las campañas oficiales, una cuaresma para pensárselo.

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