Acualquiera de los que hemos tenido la fortuna de viajar, ya sea por trabajo o placer, nos encantaría contar con la variedad y cantidad de vuelos a destinos nacionales y extranjeros que de manera más ágil, segura y económica permitan cumplir con el objetivo o necesidades del desplazamiento; es decir, en otras palabras, poder volar desde nuestro lugar de origen, con la mayor disponibilidad de horarios, a la mayor cantidad de destinos y con una combinación de oferta de vuelos, gracias a la cantidad de aerolíneas, que nos permita decidir con oportunidad la mejor propuesta de viaje. Este es uno de los retos de la conectividad aeroportuaria, generar las condiciones que permitan tal variedad y disponibilidad de destinos.

Este primer párrafo junto con sus implicaciones, a manera de proemio de la serie que esta semana inicia #DesdeCabina, ha sido algo que me ha ocupado los últimos meses al frente de mi nueva casa, el AIQ. El entendimiento de todos aquellos factores que promueven la conectividad, la lógica del mercado potencial que puede ser atendido con una o varias rutas, los impulsores de mercado que mueven a las aerolíneas, la oferta de valor que deben plantear los aeropuertos para que, en conjunto, aerolíneas, aeropuertos origen y destino, puedan arriesgar y comprometerse con la apertura de nuevas rutas.

El primero punto trascendente para identificar es que los aeropuertos no pueden, aunque lo deseen con todas sus fuerzas, abrir rutas o prometer algún nuevo destino así porque sí. Nos encantaría, a todos los que nos involucramos directa o indirectamente en esta apasionante industria de la aviación comercial de pasajeros y de carga, contar con una varita mágica que permitiera, a voluntad -y la de los amigos- generar conectividad, pero no es así de fácil. Para empezar, la labor de un aeropuerto desde su área comercial es entender ese mercado, identificar el área de influencia desde la cual existe un potencial de viajeros cuya intención sea volar a algún destino, desde el aeropuerto en cuestión, a esta área de pasajeros potenciales se le conoce en el argot de los aeropuertos y aviación comercial, como “catchment area” por su denominación en el idioma inglés. Esto se lleva a cabo utilizando estadísticos generados por diversas fuentes públicas y privadas que permiten entender el comportamiento de los viajeros.

Cuando ya se ha identificado esa cantidad de posibles usuarios de la aviación comercial, incluyendo su tipo  (viajero de negocios, placer, turismo médico o de eventos, por mencionar algunos) se puede entonces plantear algún caso de negocio -debería de llamarse más bien “caso de ruta prospecto”-, a alguna o varias aerolíneas que, con sus propias métricas e inteligencia de datos ratifican o “ajustan” los datos para coincidir en la posibilidad de servir a una cantidad de pasajeros anuales y es cuando se define el tipo de equipo (aeronave y su cantidad de posibles asientos disponibles) y las frecuencias (cantidad de vuelos por semana) que podrían plantearse de manera inicial. La lógica parece simple de entrada, pero existe una cantidad interesante de factores adicionales, que determinan la decisión de apertura una nueva ruta. Algunos de ellos los comentaremos en la siguiente entrega. Continuará…

Jorge_GVR

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