Villa Unión es un pequeño municipio del noreste de Coahuila, ubicado a algo más de una hora de la frontera con Estados Unidos. Es una localidad de algo más de 6 mil habitantes donde habitualmente no pasa gran cosa.

Pero este fin de semana sí pasó algo, para desgracia de los unionenses. Un convoy de camionetas, repletas de sicarios, entraron al pueblo el sábado. Allí se encontraron con elementos del Ejército y la policía estatal. El resultado fue una batalla campal: en el enfrentamiento, murieron al menos 10 civiles y cuatro policías.

Tras el enfrentamiento, los sicarios aparentemente secuestraron a varios pobladores, incluyendo a varios niños. Algunos fueron liberados a las pocas horas, otros no: ayer encontraron los cuerpos de dos bomberos raptados por los pistoleros. Y el fin de semana sangriento cerró con una segunda refriega entre las fuerzas de seguridad y presuntos sicarios que provocó la muerte de siete personas más.

Este tipo de eventos eran comunes en la región hace algunos años. En el municipio vecino de Allende, ocurrió tal vez la peor masacre de la historia contemporánea: 300 a 400 personas asesinadas por un comando de Zetas, en represalia por una presunta delación. Y en Piedras Negras, el paso fronterizo vecino, los Zetas tenían en la prisión un centro de exterminio.

Pero eso parecía haber quedado en el pasado. Coahuila ha sido en los últimos seis años el mejor ejemplo de pacificación en el país. De acuerdo a datos del INEGI, el número de homicidios en ese estado norteño pasó de 1160 en 2012 a 241 en 2018. Hace siete años, Coahuila tuvo la quinta mayor tasa de homicidio del país. El año pasado, se ubicó en el lugar 29, apenas por encima de Aguascalientes.

¿Qué pasó entonces este fin de semana? La respuesta parece estar en Nuevo Laredo, Tamaulipas. Allí se ha empoderado un grupo criminal de linaje zeta, autodenominado como el Cártel del Noreste (CDN) y presuntamente encabezado por Juan Gerardo Treviño Chávez, alias El Huevo, sobrino de Miguel Ángel Treviño Morales, alias el Z-40.

En Nuevo Laredo, el CDN, por el intermedio de su brazo armado conocido como la Tropa del Infierno, ha venido librando en el último mes una guerra contra sus rivales del Cartel del Golfo, así como contra la policía estatal de Tamaulipas. El 15 de noviembre, esa ciudad fronteriza fue el escenario de múltiples balaceras e incendios provocados. Desde entonces, Nuevo Laredo ha vivido bajo un virtual estado de sitio, impuesto por el CDN.

Ahora la guerra parece haberse extendido hacia el oeste, hacia la antigua región de influencia zeta en rincón nororiental de Coahuila. Para el CDN, esa región es estratégica por varias razones. En primer lugar, provee una salida alternativa hacia la frontera con Estados Unidos, un activo crucial para el tráfico de drogas y armas. En segundo término, la zona está atravesada por brechas que permiten llegar hacia el resto de Tamaulipas sin pasar por la llamada frontera chica.

Esto apunta a un problema de fondo: la pacificación es regional o no es. Lo que sucede en Tamaulipas impacta inevitablemente en Nuevo León y Coahuila, como mínimo. Eso obliga a contar con instrumentos de coordinación interestatal que han sido muy difíciles de construir. Y los mecanismos de colaboración entre órdenes de gobierno no ayuda: por lo regular, los grupos de coordinación entre autoridades locales y federales tienden a operar a nivel estatal. Eso hace muy vulnerables las zonas de frontera, como Villa Unión.

En resumen, lo sucedido este fin de semana es muy mala noticia. Reabre un frente de batalla que creíamos cerrado y probablemente escale el conflicto que se vive en el noreste.

alejandrohope@outlook.com Twitter: @ahope71

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