Era tarde, perdieron la paciencia, decidieron abordar el “taxi ejecutivo” que un hombre amigable les ofreció, y de ese modo comenzó la pesadilla.

Los dos amigos habían salido del bar República en la rutilante Avenida Masaryk. Abordaron el Passat de color oscuro que aquel hombre les ofrecía. Calles adelante, en el semáforo de Ferrocarril de Cuernavaca, las portezuelas se abrieron y subieron tres hombres vestidos de negro: dos atrás, junto a ellos; otro en el asiento del copiloto.

Vinieron los golpes, los insultos, el “flojitos y cooperando” que enunció uno de los agresores. El más violento cortó cartucho y le puso a uno de los pasajeros la pistola en la boca.

Los dos amigos fueron paseados por calles oscuras —ellos creen que por las inmediaciones de Palmas—, mientras les arrancaban a golpes los códigos de las tarjetas bancarias.

El hombre que viajaba en el asiento del copiloto lo anotaba todo con extremo cuidado. “Si me dices mentiras te voy a chingar”.

Los despojaron de relojes, carteras, celulares. Tras media hora de paseo el Passat enfiló por el Periférico, rumbo al Estado de México. Había poco tránsito a esa hora de la madrugada. “Creí que nos iban a matar y tirar en un baldío”, recuerda una de las víctimas.

Los abandonaron en una callejuela de la colonia Ahuizotla, en las cercanías del antiguo Toreo. “Ya váyanse a la chingada, y si voltean, les damos”.

Los amigos no creyeron que fuera a servir de nada, pero hicieron la denuncia. Un par de semanas después, la procuraduría abrió una nueva carpeta de investigación. Contenía la misma historia: un taxi tomado en Masaryk a deshoras, hombres violentos abordando en una esquina, la frase “flojito y cooperando”, el paseo por Palmas mientras los asaltantes extraían códigos y claves, y el abandono de la víctima en calles solitarias de la colonia Ahuizotla.

La única diferencia es que el asalto no había ocurrido ahora en un Passat, sino “en un Aveo con cromática rosa y blanco”.

La revisión de imágenes captadas por cámaras de seguridad revelaron a los agentes de la Policía de Investigación que llevaban el caso que ambos autos habían participado en uno y otro robo. Si las víctimas abordaban el Passat, el taxi Aveo las seguía. Y viceversa.

Los coches se movían en convoy, patrullando por lo general a partir de las dos de la mañana la zona de bares y restaurantes de Polanco. Ambos se acompañaban luego a la colonia Ahuizotla, para efectuar el abandono de las víctimas.

La procuraduría comprobó que el Passat estaba registrado como Uber. Durante las labores de seguimiento, los agentes pudieron ubicar al hombre que había ofrecido el servicio a las puertas de los antros: un individuo de 40 años apodado El Ratón. El hijo de este, Irving Antonio “B”, de 20, y un cómplice de 19 años, Andrés Arturo “C”, fueron reconocidos por las víctimas como los sujetos que treparon a la parte trasera del Passat, y las sometieron a golpes.

El conductor y el copiloto que anotaba el NIP de las tarjetas no han sido localizados.

Durante un operativo que se desarrolló el pasado 12 de octubre, la PDI y elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana detuvieron, sin embargo, a dos mujeres: Georgina “G” y Ana “R”. De acuerdo con la versión oficial, ambas rondaban los antros señalando posibles víctimas: personas en estado de ebriedad que se dejaran convencer de abordar un “taxi seguro”.

En agosto pasado cayó una banda de taxistas violadores que operaba sobre todo en los bares de la Condesa. La historia era idéntica a la que he narrado arriba, solo que ellos violaban a las pasajeras y las abandonaban en Olivar del Conde.

Según la procuraduría capitalina, existen indicios de que estas bandas operan desde hace tiempo, aunque es probable que sus crímenes no hayan sido denunciados —porque las víctimas no recuerdan bien lo ocurrido, o sencillamente porque se rehusaron a presentar la denuncia correspondiente.

Si usted se encuentra en ese caso, tal vez ha llegado el momento. Parece ser la única forma de detener esto.

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