H ace unas semanas una voluntaria que apoya en el Hospital General me contaba lo complicado que es atender la higiene de las habitaciones y enfermos, ya que el personal de aseo muchas veces rechaza el realizar su labor: limpiar baños, patos y cómodos, barrer y trapear donde hay mucha suciedad por las complicaciones del enfermo. No realizan su trabajo ¡aunque les paguen por ello!
Pensar que antes se hacía voluntariamente, sin esperar retribución por el servicio, se hacía por apoyar al enfermo, a su familia, a la institución. Pero hemos acostumbrado a nuestros niños a que lo que hagan recibirá pago al momento: pasea al perro y te doy 20 pesos. Si recoges tu cuarto te pago 100. Por cada 10 de tu boleta te doy 500.  Y entonces, si no reciben un pago por hacer algo, no lo harán de forma voluntaria.

Lo mismo pasa con los estudiantes: para que cuelguen letreros, acomoden sillas o asistan a eventos, exigen puntos extra, que les quiten faltas o les justifiquen no entregar trabajos como pago por su “colaboración”, sin conocer que esa palabra tiene como definición el realizar una labor sin esperar pago, de forma desinteresada.

¿Y si comenzamos a cambiar el enfoque?, ¿y si dejo de esperar una recompensa a cambio de lo que hago?, ¿y si hago cosas por el gusto de hacerlas y la satisfacción personal del logro alcanzado?

Me ha tocado convivir con universitarios que no encuentran el de ir a apoyar en las campañas de vacunación que realiza la Secretaría de Salud. “¿A qué voy si no me sirve para alguna materia ni me van a pagar?”. Recuerdo cuando ir a apoyar en las campañas de vacunación era un compromiso con la sociedad, una forma de agradecer el servicio que dichas campañas hacen por la salud de la población. Además, aprendías en la capacitación sobre la técnica de aplicación y de conservación de la vacuna. Y como un extra, la convivencia con el equipo te hermanaba en esta cansada pero gratificante tarea.

El otro día vi a un vecino barriendo la banqueta, cuidando milimétricamente el no barrer la banqueta de los vecinos. ¿Qué pasaría si barría un poco más allá del límite?, ¿perdería tiempo?, ¿o se llenaría de satisfacción por servir al prójimo?

Si vas por la calle y ves basura tirada ¿la recoges o la dejas ahí?, ¿piensas “no me toca recogerla pues no es mía” o “La voy a tirar en su lugar para que la ciudad esté limpia”?  Si encuentras un sobre tirado en la calle donde vives ¿lo dejas ahí o lo entregas al vecino que corresponde?

La alegría de servir es desear ayudar al otro por el sólo hecho en sí, sin esperar algo a cambio, sin esperar reconocimiento alguno. La alegría de servir al otro nos llena el corazón de paz, esperanza, de gratificación que no se pierde tan fácilmente como un billete.

Los días que el ‘Club de la Torta’ lleva cenas a los hospitales y a quienes duermen en Plaza de Armas, se percibe esa alegría de servir, ese deseo de dar a los demás sin esperar recibir algo por lo que se hace, pues todo se hace desde el corazón.
¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo de corazón y sin recompensa?, ¿y si comienzas hoy? Barre la calle de tus vecinos, ayuda a abrir puertas o a recoger el papel que se cayó en la oficina, rellena la jarra de agua o pon en su lugar lo que alguien más dejó fuera… y al hacerlo sentir dentro de ti que eso poco que haces es muy bueno y será el inicio de más cosas, tendrá un efecto de reacción en cadena …prueba y verás el resultado. 
Que la alegría de servir inunde tu corazón y cambie tu vida.

*Nutrióloga clínica. 
Presidente del Colegio de Nutriología de México.
Clínica Torre Roja San Juan del Río, Qro.
(427) 101.85.50 ext. 2.  
msilva_olvera@hotmail.com

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