Hoy se cumplen cuatro años de que murió Juan Gabriel. “¿Y ahora quién nos va a cantar lo que sentimos?”, dice una mujer “desolada” que José Antonio Farías cita en el libro coordinado por él, llamado ¡A Divo Vida! (2017, Colofón).

Este libro presenta reflexiones de “intelectuales académicos” interesantes y distintas de lo que se ha escrito sobre el ídolo mexicano recientemente. ¿Se puede ser popular transgrediendo normas? ¿No sería esto contracultural y por tanto marginal, como escribiría el maestro José Agustín? Pienso que la dificultad de definir el fenómeno musical y social que representó Juan Gabriel habla de su originalidad y contribución estética: “¿Que-cómo-me-la-maravillaría-yo?”

En el plano mundo académico donde algunos subestiman al esfuerzo individual, no está de más recordar que a “Juan Gabriel nada le ha sido fácil, salvo el éxito” (Monsiváis). ¿Qué lo hizo falsear con su trabajo creencias sociológicas o expresiones intelectualoides como la de Nicolás Alvarado, quien a raíz de la muerte del artista escribió que le parecía un letrista “torpe” y “chambón”? Memorable fue la refutación de Yuri Vargas en el Círculo de Poesía a Alvarado. Varios aprendimos que la popular “Amor Eterno” estaba formada por “serventesios”, de “rima intercalada de endecasílabos heroicos perfectos” y una “perfecta sintaxis” que expresaba con “prístina naturalidad” el “tópico del poema: el duelo”.

¿Al intelectualizar una obra la hacemos válida para la gente? No; “el pueblo no ha ido al conservatorio”, le confesaría el divo a su arreglista, el maestro Eduardo Magallanes, quien ha dicho que le sorprendía la “lógica musical” de Juan Gabriel. No buscaba algo rebuscado, asienta Magallanes, sino lo que el “espíritu de la canción” requería. Con esto, lograba “fórmulas musicales interesantes por cuanto a cambios de tono y ritmos se refiere”, y lo lograba de “forma natural e intuitiva”. ¿Qué tal? Un creador nato que se volvió ídolo dentro de una sociedad machista y sin oportunidades. ¿De quién es el mérito? ¿Del pueblo, del artista, o de su admirable auto exigencia personal?

En su poema Pro/Creation, Keorapetse Kgositsile dice que la música como lenguaje mira al mundo con el espíritu de una persona que se identifica a sí misma de una manera más precisa que con una simple etiqueta. Ése fue Juan Gabriel, un artista original, un gran mexicano con una lírica popular que no admite etiquetas, ni necesita el aval de la “alta cultura” para brillar y ser valioso. Su contribución estriba en esas canciones que responden a lo que sentimos sin habernos hecho una pregunta. Ya sean de amor o desamor, poseen una inefable carga de alegría.

Investigador de la Universidad Autónoma de Querétaro (FCPyS)

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