El presidente Andrés Manuel López Obrador inicia su tercer año de gobierno, clave para él pues se disputará en las elecciones del 6 de junio el control de la Cámara de Diputados y de 15 gubernaturas.

Lo enfrenta con una popularidad que ha mantenido estable: 62% considera favorable su gestión, pero opina negativamente sobre el desempeño de su gobierno en combate a la corrupción, seguridad, en lo económico, en temas de salud pública y, sobre todo, en lo referente al Covid.

La gran duda es, ¿cómo votará la mayoría del electorado? ¿Por un Presidente al que se le estima en lo personal, o por la oposición al cuestionar la gestión de la 4T?

Esa es la pregunta que se hacen todos los estrategas electorales y para la cual será clave ver qué sucede con el desempleo, los contagios y la mortalidad relacionados con el Covid.

Si ya de por sí hay dudas sobre lo que sucederá este año, el Presidente está sorprendiendo con un par de cambios en las reglas del juego político. El primero es en la relación con Estados Unidos. Con Trump, luego de desencuentros en política migratoria, López Obrador apostó por una relación de extrema coordinación y colaboración. Ni por asomo buscó un enfrentamiento. La amenaza de aranceles y ver lo que sucedió en temas económicos con países como Argentina y Turquía lo hizo buscar una conciliación permanente.

Pero ahora parece que el gobierno está tomando posiciones más anti-EU. Particularmente contra organismos de inteligencia estadounidenses: cambió la Ley de Seguridad Nacional para restringir las actividades de esas dependencias e incluso retirar inmunidad a agentes extranjeros que operan en México; aprobó en el Senado una ley que ayudaría a lavar dinero contraviniendo directrices de la Reserva Federal de EU que, de pasar, complicaría el trabajo de inteligencia financiera binacional y, finalmente, ayer el Presidente ofreció asilo político a Julian Assange, uno de los prófugos más buscados.

Difícil entender si esto es parte de una reorientación de la relación bilateral, si es una posición nacionalista para negociar otros temas o si, de plano, son ocurrencias secuenciales. Pero en EU sí han tomado nota.

El otro cambio que está haciendo el Presidente es con respecto al INE y los partidos políticos. Utiliza cada mañanera y los espacios oficiales a los que tiene acceso para hacer campaña a favor de su causa. Pero este cambio de juego es violentando las (absurdas) reglas electorales que nos rigen desde 2007. Los posicionamientos que el INE ha hecho, como autoridad electoral, son un mero ‘llamado a misa’. Falta ver qué hace el TEPJF. La duda es si se hará cumplir la ley y los precedentes que años atrás han aplicado a todos los funcionarios, o si se tendrá alguna nueva interpretación que permita al Ejecutivo hacer campaña electoral a favor de su alicaído partido.

Los dos cambios de reglas con los que el Presidente inicia 2021 generarán más incertidumbre. Con suerte, el primero hará que la relación con EU sea más pareja y se nos tome más en cuenta. Y en lo electoral, también con suerte, podría iniciar la modernización de un marco legal obsoleto para candidatos, partidos, medios de comunicación y votantes.

Como se han dado las cosas, es más probable que en la relación binacional venga una fuerte sacudida y se tomen represalias, y que en lo electoral se inicie una contienda donde todos disputen cargos sin apego a regla alguna, poniendo en riesgo nuestra democracia.

Así que, si les sorprendió lo acontecido en 2020, espérense a lo que verán este año. Pinta para ser una de las mejores series de suspenso político. Lástima que los afectados sean reales y que seamos nosotros.

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