No fue una sorpresa que el presunto candidato demócrata a presidente, Joe Biden, escogiera a Kamala Harris, senadora de California, como la candidata a la vicepresidencia. Se había comprometido a escoger a una mujer y había mucha presión en el partido para considerar una mujer de color para su compañera de fórmula. Había otras muy buenas opciones, pero Harris era la más experimentada y había hecho un buen papel como precandidata a la presidencia. Con el tiempo se fueron limando las asperezas entre ella y Biden que habían existido durante la precampaña y las ventajas de escogerla se fueron revelando.

Es una decisión histórica en varios sentidos. Es la primera mujer afroamericana para aspirar a la vicepresidencia o presidencia, pero también es la primera hija de inmigrantes de la India y de Jamaica, y es alguien que conserva mucho su respeto a esas raíces familiares. Harris también ha tenido muchos acercamientos entre los grupos inmigrantes de California, especialmente las organizaciones mexicanas y latinas, y conoce bien su dinámica. No me sorprendería si ella llegara a jugar un papel importante en la relación con los grupos latinos y con México y Centroamérica, si es que llegan Biden y Harris a la Casa Blanca (si ella ganara la vicepresidencia, también se abren posibilidades interesantes de que un político latino, alguien como el fiscal actual de California, Xavier Becerra, sea nombrado a su escaño en el Senado).

Kamala Harris era, sin duda, la opción más segura para Biden, una política experimentada, ni muy de izquierda ni muy de centro, un poco difícil de catalogar. Pero quizás no fue la que genera más energía nueva. Es muy como Biden: son políticos de carrera con posiciones de centro-izquierda que generan simpatías entre la mayoría de demócratas y muchos independientes, sin ofender demasiado a algunos republicanos que no quieren votar por el actual presidente Donald Trump, pero tampoco llaman la atención a los grupos más a la izquierda en el partido, que incluyen a muchos de los votantes jóvenes.

Si las cosas siguen como están, esta apuesta será lo necesario para que Joe Biden llegue a ser presidente de los Estados Unidos. Trump se está dando golpes solo y debilitándose en las encuestas a nivel nacional y en estados claves como Wisconsin, Michigan, Pennsylvania y Florida, así como Arizona, Carolina del Norte y hasta Georgia y Texas. En este contexto, Biden y Harris no tienen que hacer mucha campaña, sino explicar sus posturas, proyectar la esperanza y esperar que Trump caiga por su propio peso.

Pero hay otro escenario posible, que Trump repunta, como hizo hace cuatro años, energizando a su base dura y cambiando las matemáticas de la elección a su favor en estados claves. Parece menos factible esta vez, ya que la pandemia y la crisis económica han minado su apoyo entre la base, pero es posible. En tal caso, la apuesta por lo seguro, y no alguien diferente a Biden, podría resultar ser menos atinada.

Pero por ahora parece una candidatura histórica, una con grandes implicaciones para los inmigrantes de este país, y no hay dudas que Harris tiene la talla para el rol que le toca jugar.

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