La existencia del Instituto Nacional Electoral (INE) no tendría ni siquiera que ser puesta en cuestión. Se trata de uno de los avances democráticos de la izquierda más importantes en la historia política de México. A nadie favorece su desaparición, pero defender la actuación de un árbitro parcial, abona poco al respeto de la legalidad. El mejor árbitro es el que no se ve, el que pasa inadvertido en una contienda y crea las condiciones para que los adversarios participen.

En el desplegado firmado por 2 mil 387 ciudadanos, intelectuales, periodistas y políticos, se hace una defensa de la autonomía del INE. La pregunta que surge en el marco de esta declaración es acerca del papel político que el consejero presidente del INE está jugando en esta contienda. Por supuesto, el pronunciamiento de los firmantes no puede descontextualizarse de la actual confrontación entre Lorenzo Córdova Vianello y Andrés Manuel López Obrador, cuyo antecedente data de una narrativa que varios de los signatarios han sostenido en su contra desde su llegada a la presidencia en 2018.

Fuertes controversias políticas han tenido lugar en los últimos días, resultado de las decisiones del INE. Precisamente porque su actuación, apegada aparentemente a derecho, en la que sanciona a 49 candidatos postulados para contender el próximo 6 de junio, mostró un giro político, antes que legal. De los 49 registros rechazados, 42 corresponden a Morena y sus partidos aliados, y ninguno al PRI, PAN, PRD. Y, pese a que el Artículo 105 de la Constitución señala que las leyes electorales federal y locales deberán promulgarse por lo menos noventa días antes de que inicie el proceso electoral en que vayan a aplicarse, y durante el mismo no podrá haber modificaciones legales fundamentales, el INE no respetó esta Ley.

Por otra parte, antes de convertirse en portadores de la verdad y defensores de la autonomía del INE, vale la pena rememorar lo siguiente. La degradación del IFE (actual INE), inició en 2006, después de unas controvertidas elecciones en las que se dio el triunfo a Felipe Calderón. En aquel momento, las fuerzas políticas optaron por desmantelar casi por completo al IFE. Los consejeros elegidos en 2003, no pudieron concluir su periodo. El nuevo reparto se dio de manera inmediata. Por aquella época ninguno de los hoy firmantes en el desplegado emitió una sola palabra para cuestionar lo que el consejero presidente Luis Carlos Ugalde estaba fraguando. Algunos personajes que hoy defienden la autonomía del INE, prefirieron guardar silencio e incorporarse al Consejo del IFE y apoyar la reforma electoral de 2007, conocida como Beltrones-Creel.

Este paréntesis histórico pone en contexto la crítica al actual INE. No se trata de eliminar una institución que representa uno de los avances más importantes de la vida democrática de nuestro país, sino de terminar con la discrecionalidad con la que sus autoridades han actuado. Mantener una postura en el claroscuro de sus atribuciones, impide confiar en esta institución.

Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale

Google News