Con la imposición del nuevo dirigente del PRI en el estado, realizada el domingo pasado en una sesión de “madruguete” del consejo político estatal, se abre un nuevo y peor capítulo para la militancia priísta queretana, que en su gran mayoría se manifestó por todos los medios posibles a su alcance, en contra de la guerra sucia y la farsa que se montó para hacer llegar a la fuerza los chantajes y las presiones, al hoy ex dirigente del sector popular y otrora candidato perdedor a la diputación federal del Distrito IV. Los hechos son claros y hablan por sí mismos, hubo una mínima asistencia de consejeros a la sesión de este domingo, pues sólo se registró la presencia de 325 de casi 600 consejeros que integran este órgano estatal, es decir, a duras penas lograron el quórum para instalar la sesión, por lo que la legitimidad de la nueva dirigencia sustituta sigue en tela de juicio, más aún cuando la mayoría de las voces que se expresaron en los días previos al madruguete fueron de fuerte oposición y descontento con la figura de Juan José Ruiz, quien es el séptimo presidente del PRI de Querétaro, en un período de 6 años, en el que al partido le han sobrado dirigentes, pero le ha faltado rumbo e ideas claras.

Cuentan quienes asistieron a dicha sesión, que desde temprano hubo un operativo de seguridad montado con ex trabajadores de la ayudantía del gobierno estatal, que se instalaron en la sede del partido, para evitar la participación de la militancia en la sesión de consejo, ante el miedo de que hubiese manifestaciones y protestas de las expresiones legítimas del partido, lo cual es un agravio más para la militancia.

Sin duda la imposición que fue ejecutada el domingo en contra de la militancia, fue producto de un proceso irregular y amañado; es sintomática de la descomposición que vive el PRI queretano, es reflejo de la incapacidad que tuvo el PRI para obtener buenos resultados en las pasadas elecciones, y de las expresiones de inconformidad que han surgido en todo Querétaro, a través de las cuales se ha hecho patente el rechazo de que la dirigencia del partido recaiga ahora en quien representa una visión excluyente del PRI, que es responsable de las derrotas del 2012 y del 2015. Lamentablemente para la militancia, esta imposición es un hecho consumado que excluye a la gran mayoría del priísmo estatal, pero que principalmente debilita institucionalmente al partido, que hoy más que nunca requiere de apertura democrática, inclusión y participación activa de todos sus militantes, corrientes y expresiones, si es que el PRI aspira a ser competitivo y atractivo para los ciudadanos.

Lo grave es que las voces de protesta que han surgido provienen de varias corrientes y espacios dentro y fuera del partido, y el delegado del CEN del PRI parece tener oídos sordos, lejos de buscar un acercamiento con todas las expresiones, su omisión en el diálogo se ha convertido en un monólogo de intolerancia que protege e impulsa al grupo calzadista —fuertemente cuestionado por su actuar político y administrativo—, y que excluye a todos los demás que no concurren con sus ideas, estilos y argumentos. En el último sexenio el PRI fue secuestrado por personajes sin convicciones, acomodaticios, arribistas y seleccionados por su capacidad de servilismo, que hoy buscan el cobijo del partido para cubrir las irregularidades que en los espacios de gobierno generaron.

La supuesta unidad que impusieron con la ausencia del diálogo democrático, lejos de fortalecer al partido lo disgregó, muchos liderazgos territoriales decidieron transitar a otros espacios al no encontrar oportunidades de desarrollo político y el costo fue muy grave. Quienes se alinearon a la falsa unidad que hoy pregonan, lo hicieron por interés económico o por presiones laborales, y con ello sepultaron las posibilidades de los triunfos electorales del PRI en Querétaro, y están condenando a que la historia se repita en 2018.

En días pasados, Manlio Fabio Beltrones admitió que los partidos políticos no pasan por su mejor momento y que deben trabajar por recuperar la confianza de la gente, que el PRI tiene muchos militantes, pero que no le alcanza para ganar sin la sociedad; nada más cierto que estas palabras, nada más cierto para Querétaro. Sin embargo, sus palabras parecen no haber llegado a los oídos de la dirigencia priísta queretana, que se empeña en seguir acrecentando el mal momento del PRI local, en alejarse de la gente, de su gente, de su militancia y de la sociedad. Al igual que al dirigente nacional del PRI, a los militantes de Querétaro nos preocupa la falta de unidad y de inclusión, por ello retomo sus palabras y las hago mías como militante priísta: “Me preocupa que no sepamos unirnos alrededor de lo bueno, nos hace falta unidad. Que las cosas buenas sucedan”. También señalo que la unidad no se construye con imposiciones, sino con inclusiones.

Abogado y profesor de la Facultad de Derecho, U.A.Q.

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