El  1 de julio, hace ya casi 15 días, se conmemoró un aniversario más del día del ingeniero en nuestro país, la fecha podría, por la abrumadora abundancia de temas más relevantes, pasar desapercibida para muchos -para mí no lo fue-, pero para otros fue una excelente oportunidad de sacar a ese profesional de la ingeniería que llevamos dentro -orgullosamente me incluyo-. Por tal razón aprovecho este espacio semanal #DesdeCabina para lanzar, a manera de breve reconocimiento, una reflexión para todos mis colegas ingenieros e ingenieras de México.

En una simple y quizá sobrada locución, los ingenieros mueven al mundo -y también van al espacio-. Aunque no es del todo completa, la sentencia busca ejemplificar un tanto ese orgullo que de repente a algunos colegas nos distingue, ya que mediante el uso de las ciencias, la técnica y las experiencias vividas, por decir lo menos, muchos ingenieros ayudan a conceptualizar, construir, mantener e incluso comercializar muchos de los productos, obras, sistemas o una diversidad de artilugios -como este en el que muy amablemente me leen semana tras semana- “haciendo la vida más fácil” para muchos.

Adicionalmente existen ingenieros con algunas competencias e intereses adicionales, que los impulsan a no limitarse a la exclusividad de su disciplina e incursionan en otras áreas del conocimiento humano. Ejemplos hay muchos, basta con recordar a un ingeniero, que sin formación como tal -o como hoy la conocemos, a través de universidades y grandes claustros educativos- han logrado logros inimaginables; me refiero de manera particular a Leonardo da Vinci, un hombre sin parangón incluso en el mundo moderno; pintor, arquitecto, anatomista, ingeniero militar, constructor, escultor, escritor, filósofo y paleontólogo, es lo que hoy podríamos describir como un hombre multifacético y sobre todo sobresaliente en cada una de las disciplinas en que se involucró.

Da Vinci’s de nuestros días no hay muchos, algunos buscan cambiar la manera en la que hacemos nuestras compras, la forma de transportarnos por tierra o por aire, incluso algunos buscan transformar la manera en que se enseña en nuestros tiempos. Pero no pretendo enumerar o diferenciar lo que hacen los ingenieros del resto de los profesionistas y estudiosos de nuestros tiempos, solo pretendo contextualizar un poco una última y reciente hazaña de la ciencia, pero sobre todo de la ingeniería.

El pasado domingo, después de años de iniciada la aventura espacial de Richard Branson en 2004 con Virgin Galactic, finalmente despegó para su primer vuelo suborbital completamente tripulado desde el primer puerto espacial comercial creado en el desierto de Nuevo México.

Apenas puedo imaginarme la cantidad de trabajo de ingeniería y tecnología que debe de haberse desarrollado para llevar al Unity 22 hasta casi 50 mil pies de altitud para ser liberado por la aeronave nodriza y alcanzar la altitud necesaria para experimentar gravedad cero.

En medio del asombro tecnológico, #DesdeCabina, solo cito textualmente, para la auto reflexión, las palabras de Branson al alcanzar la altitud deseada “… a todos los niños de allá abajo, yo fui una vez un niño con un sueño, mirando a las estrellas; ahora soy un adulto en una nave espacial con un montón de adultos extraordinarios mirando hacia abajo esta hermosa tierra. Para la siguiente generación de soñadores, si nosotros podemos hacer esto, solo imaginen lo que pueden hacer ustedes…”. En curso el turismo espacial, otra magia más de la ingeniería.

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