Usualmente, quienes trabajamos en el sector educativo nos encontramos con distintos paradigmas del quehacer docente, uno de ellos es el esfuerzo por transmitir conocimiento (¿Qué paradigma podría haber en ello? Si resulta la razón misma de la labor escolar); sin embargo, rara vez se comenta sobre la vida del generador del conocimiento.

Humanizar el conocimiento implica relatar la historia de las y los cientificos que mediante sus investigaciones produjeron la información que hoy se enseña en el aula, significa contar la ansiedad que sufrieron antes de los descubrimientos, los errores, las dificultades e incluso la discriminación que muchos de ellos sufrieron. La historia de la humanidad está llena de persecución a los libres pensadores y a los dadores de nuevas ideas, a quienes se atrevieron a desafiar el orden de las cosas y rompieron el status quo del conocimiento, y esa historia que antecede al conocimiento, pocas veces se cuenta.

La mejor manera de generar una sociedad de conocimiento, capaz de crear conciencia y pensamiento es nutriendo a las nuevas mentes de inteligencia de vida, es decir, apostando por la historia del conocimiento desde el punto de vista del que lo descubrió y no el conocimiento como resultado final. ¿Qué pretendían probar Newton y Leibniz mediante el cálculo diferencial? Esa historia enriquece el conocimiento y genera valor a lo aprendido más allá de la formula lógica para su desarrollo.

Humanizar el conocimiento requiere que se cuente las noches de insomnio, las dificultades y turbulencias que pasaron los desarrolladores para presentar una nueva teoría. Según Augusto Kury (2020) detrás de cada información dada con singular simplicidad en el aula de clases, existen lágrimas, aventuras y la valentía de científicos, pero a veces los alumnos no logran distinguirlos o el docente explicarlos.

Es igual de importante hablar de la historia de la ciencia como de la historia de los pensadores, la ciencia sin rostro paraliza la inteligencia y le resta carácter al ser, lo aproxima a la nada; por ello es que resulta innegable que para generar entornos de aprendizaje nos atrevamos en el aula a mostrar la motivación de los cambios que originaron el conocimiento, no sólo desde el hecho social como tal, sino desde la perspectiva del creador del cononocimiento mismo, generando empatía por la investigación y mostrando a las y los alumnos que un simple problema o necesidad en casa puede ser el detonante de grandes cambios cientificos y sociales, generando la semilla de la investigación en las nuevas generaciones, desde la empatía y la resolución de problemas es como podemos transitar hacia una sociedad de conocimiento real que tenga como base de su actuación la resolución de problemas.

De cara al nuevo año 2023, el reto en educación superior debe ser precisamente humanizar el conocimiento como motor de desarrollo científico, afortunadamente en la Universidad Politécnica de Querétaro (UPQ) se continúa fortaleciendo los entornos de aprendizaje con un rostro humano de la razón del conocimiento.

Twitter: @CarlosCacl
Correo: carlos.contreras@upq.mx

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