Una de estas tardes, al venir conduciendo de regreso a casa después de una rápida visita a la oficina, la cual imagino está comenzando a olvidarme de a poco ante la combinación del trabajar desde casa y un poco ese sutil encanto de ingresar a la edad del retiro, se me vino a la mente el pensamiento de qué ocurre con los espacios y con los objetos al dejar de utilizarlos, además del deterioro propio que el abandono propicia con las cosas y también con las personas. En un acto casi reflejo encendí la radio y coincidió que estaba realizando su colaboración en un programa una reconocida tanatóloga, quien mencionaba la característica que tiene  nuestra cultura con relación a que somos sujetos de un fuerte apego a las personas queridas y a algunas cosas materiales.

La titular del programa preguntaba sobre una de las tremendas circunstancias que tanta gente ha vivido a lo largo de este año con aquellos familiares que, en aparente abandono, desafortunadamente no logran superar la enfermedad y mueren en los hospitales sin que sus  seres queridos tengan la oportunidad de estar cerca de ellos. Ello genera un mayor dolor ante la pérdida y un sentimiento difícil de expresar ante lo que pudieran sentir los enfermos al saberse alejados de sus familias. La tanatóloga respondió que en realidad los enfermos graves enfrentan una lucha diferente, acompañados de doctoras, médicos y quienes con ellos hacen el esfuerzo por salvarles y también de acuerdo con la fe que profesan, en compañía de Dios, pero lo que en realidad sucede en esos días es que su organismo concentra el esfuerzo en la lucha tan sólo por intentar respirar y no hay la conciencia plena de pensar en quién está o no está a su lado.

Lo que nos sucede es que el apego incrementa el dolor de la pérdida. Es inevitable, como lo es transitar el o los diversos duelos, pero finalmente lo que debemos hacer con relación a los seres queridos que ya no están con nosotros, es honrar su vida, con los mejores recuerdos y con aquellas cosas y anécdotas que nos invitan a sentirlos cercanos con alegría y a valorar todo aquello que significa su legado. Concluyó su comentario mencionando que debe haber una zona de equilibrio entre el apego y desapego en la importancia del propósito superior de “honrar la vida”.

No pude evitar regresar a mi pensamiento al tema menos complejo que consideraba antes de encender la radio, sobre ese desapego a los espacios y a muchos de los objetos que nos acompañan en las actividades diarias. Es muy claro y sano pensar que con nada llegamos y con nada nos iremos al final del camino de la vida, pero también pienso que algunos lugares, cosas y objetos se convierten hilos conductores de la historia de los seres humanos en general y hay algunos de ellos que en lo particular fortalecen de una manera significativa los vínculos entre quienes partieron con quienes viven. Las fotografías, muebles, objetos de uso personal, etcétera, se convierten en los detonadores de recuerdos, sobre todo aquellos que eran muy cercanos y utilizados cotidianamente por el ser querido. Cuando alguno de esos artículos representa una obra de arte que le otorga un valor adicional, no solo el económico, entonces adquiere una relevancia distinta, ya que comienzan a trazar su propia trayectoria e historia en el seno de una familia, suelen cambiar de dueños y realizar recorridos largos en distintas ciudades o países y a lo largo de una o muchas generaciones. Me imagino que concluyen sus propios ciclos y propósitos en beneficio de una persona o familia y por esos azares del destino, cambian de manos para continuar un camino o en su caso iniciar una nueva aventura. Tal vez será que los objetos tienen su propia y callada manera de honrar la vida de las personas. Me gusta pensar que así es, y aunque es siempre sano deshacernos de cosas inútiles que por una u otra razón guardamos, siempre habrá algo que nos relacione con nosotros mismos ante los ojos de los demás. Así guardo algún par de recuerdos de mis abuelos y de mis padres, que seguramente serán un hilo conductor con mis hijos y mis nietos al tiempo. Pero lo más importante es que las personas, las familias y un par de espacios y cosas materiales que disfrutan y les proporciona alegría, sean en el presente y en el futuro, elementos que ayuden a uno de los propósitos más valiosos en este convulsionado mundo de hoy: Honrar la Vida; por supuesto en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

*Twitter: @GerardoProal

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