Es indiscutible la importancia, vigencia y trascendencia de los principios y valores humanos en la vida de las personas, comunidades, sociedades y gobiernos. Cada país se distingue de los demás por la manera en que proyecta sus principios y prioriza sus valores. La cultura nacional se expresa en el marco jurídico de cada país que rige y da sentido a la convivencia humana.

Sin embargo, este segundo intento presidencial por moralizar a la sociedad (primero fue la Constitución Moral, que reeditó la “Cartilla Moral”, de Alfonso Reyes) sigue siendo una maniobra de manipulación de la 4T, a la cual busca que el país entero se doblegue como si fuese la panacea que nos conducirá a la cúspide del bienestar personal y social.

El documento requiere ser analizado mediante la paráfrasis (explicación o comentario que se añade a un texto difícil de entender para aclararlo) ya que contiene muchas imprecisiones, omisiones, contradicciones; carece de jerarquía, definiciones, orden y estructura.

No es un compromiso personal y de gobierno mediante el cual el presidente y su equipo hacen gala de las bondades de los valores de la 4T, ya que ni Morena la tomará como referente interno.

No obstante, es casi seguro que si el presidente asume el compromiso de llevar a cabo como su guía personal aquellos puntos que son rescatables, hará un muchísimo mejor gobierno. Por ejemplo: si hace propio el primer punto “Del respeto a la diferencia”, seguramente dejará de polarizar, denostar y descalificar (llamar fifís, conservadores, neoliberales, etcétera) a mexicanos que tienen el derecho y la libertad de ser diferentes.

Dejará de ser víctima de complots de quienes ejercen su derecho y libertad de organizarse cívica y políticamente para ofrecer alternativas, como lo señala el punto 15: “De la autoridad y el poder”: “La política es un asunto de todos. Aunque no ocupes un cargo público, no debes desentenderte de los asuntos políticos ni descuidar cosas que son del interés general. Individuos y sociedades apáticas son alimento del autoritarismo y la opresión. Mantener una actitud participativa, crítica y vigilante sobre tus gobernantes es la esencia de la democracia y la mejor manera de preservar la libertad, el bienestar y la paz. No olvides nunca que el pueblo manda y que tiene el derecho de poner y quitar a sus gobernantes, así como de tomar parte en los asuntos públicos”.

Al igual que si adhiere su actuar al “principio de mandar obedeciendo” (punto 15), lo que llevaría a reconocer las observaciones, opiniones y críticas que se hacen a su gobierno y al señalamiento de sus errores; a realizar ajustes obligados, como a su fallida y homicida estrategia anti-Covid.

El culmen de los beneficios para la democracia y la convivencia pacífica sería que reconociera que “no todas piensan como tú piensas ni hablan como tú hablas, no todas actúan en la forma en que tú actúas. Respeta la forma de ser de los otros” (punto 1); (punto 3): “Defiende tu dignidad incluso en las peores condiciones y respeta la dignidad de los otros, porque de no hacerlo pierdes la tuya propia”; y (punto 4): “Trabaja por expandir tu libertad y la de los otros combatiendo las prohibiciones sin sentido, las leyes injustas, las limitaciones absurdas y el autoritarismo”.

No obstante, el discurso oficial, esta nueva Guía Ética parece ser más de lo mismo: doble moral y atole con el dedo. Y si no, que le pregunten a Bartlett, entre otros.

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