Asistimos a una guerra electoral desatada por una oposición sin proyecto, un partido en el poder que apuesta por personajes impresentables y un árbitro parcial. El punto de coincidencia entre estos tres actores políticos se expresa en la objetable calidad moral y política de las decisiones tomadas a su paso. Las inconsecuencias de Morena y el olvido de sus nuevos cuadros en la elección de candidatos, una oposición preocupada únicamente por asuntos coyunturales que le permitan conseguir un mayor número de votos, y un Instituto Nacional Electoral que se ha extralimitado en sus funciones poniendo en peligro la imparcialidad en las elecciones del 6 de junio, contribuyen a la creación de un espacio público hostil y ajeno al ejercicio democrático.

En este marco, la ciudadanía enfrenta un gran dilema para decidir por quién votar en las próximas elecciones. Lo que aparece en el escenario es la ausencia de una oposición políticamente creíble, ideológicamente articulada y electoralmente factible. Desempolvar a Diego Fernández de Cevallos, quien aprovechó cargos públicos y relaciones políticas para beneficio personal, resulta inaceptable. Promotor de jueces, incluso ministros, en instancias del poder judicial que más tarde le permitieron obtener fallos favorables en casos defendidos por sus despachos jurídicos. Santiago Creel, otro personaje del pasado panista, portador de una presencia pública anodina y con una pobre trayectoria, marcada por su paso por la secretaría de Gobernación en el sexenio de Vicente Fox. A este elenco se suma Marko Cortés, un personaje de poca presencia mediática y limitada capacidad intelectual.

El PRD hundido en un discurso hipócrita de izquierda que no encuentra cómo alinear con sus aliados. Un PRI convertido en una expresión minúscula de sus conquistas pasadas, dirigido por “Alito” Moreno, quien no desaprovechó la oportunidad para apropiarse de las candidaturas a diputaciones para distribuirlas entre sus amigos, además de colocar a su sobrino para contender por el gobierno de Campeche.

Morena, en su pragmatismo por conseguir figuras que le “aseguren” obtener los votos necesarios para dar continuidad al proyecto de Andrés Manuel López Obrador, postuló un conjunto de candidatos ajenos a sus bases y sin importar lo impresentables que estos pudieran ser ante la opinión pública. Acción que pone en riesgo el voto de quienes se sienten traicionados por un partido que prometió transformar las prácticas del pasado y finalmente terminó reproduciéndolas.

A modo de colofón. Pese al famélico apoyo de la ciudadanía a la oposición y la ausencia de un proyecto político, no deben soslayarse las importantes redes de poder con las que aún cuenta al interior de la estructura estatal. Su capacidad de incidencia dentro de las instancias de decisión en los diferentes órdenes de gobierno y órganos constitucionales autónomos, es indudable. La guerra electoral tiene lugar en diversos territorios, internos y externos, desde los que diferentes grupos de interés actúan para mover los hilos de las elecciones de 2021.

Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale

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