Es difícil saber qué es más conmovedor de Greta Thumberg, si su presencia, su edad o sus convicciones y la causa que ha enarbolado desde un “viernes de agosto de 2018”, como dice su reciente libro Cambiemos el mundo (Lumen, 2019), cuando se plantó frente al parlamento de su país, Suecia. Esta joven se ha convertido en la voz más visible del movimiento de jóvenes y niños en contra del cambio climático. Su mensaje es simple y aterrador: en abril pasado les dijo a los eurodiputados que la casa estaba en llamas y que era necesario entrar en pánico para hacer algo. Greta llegó hace unos días a la ciudad de Nueva York y el viernes pasado encabezó una manifestación en muchas ciudades del planeta, en donde participaron unos 4 millones de jóvenes, como preámbulo a la cumbre Climate Action 2019 que convocó la ONU. Ayer, en esa reunión les dijo a los políticos: “si ustedes eligen fallarnos, nunca se los vamos a perdonar”.

Greta tiene 16 años y su discurso es un poderoso sensibilizador, no habla como experta, invita a escuchar a los científicos. No milita de ambientalista por una convicción política o ideológica, sino existencial, porque forma parte de una generación que heredará un planeta con fecha de caducidad. Cuando tenía 11 años dejó de comer y de hablar y le diagnosticaron Síndrome de Asperger. En un año ha logrado un movimiento que ya le da la vuelta al mundo, se puede decir que es la voz más potente en contra del cambio climático, como le dijo Noami Klein, la destacada periodista e investigadora.

Las huelgas escolares de estudiantes, Fridays for future, salen a la calle para reclamar el derecho al futuro y plantean una justicia climática. Greta hace un llamado a la acción, a tomar decisiones, porque enfatiza que hay mucha investigación científica que avala sus afirmaciones. Constantemente cita al IPCC, (The Intergovernmental Panel on Climate Change), de donde saca sus referencias. La narrativa de Greta se acompaña de una palabra que despierta temor porque afirma que la situación llegará muy pronto a ser “irreversible”. Cuando les habla a las élites políticas, les dice que no pueden seguir con el argumento de la imposibilidad de hacer cambios drásticos, porque perderían votos; su contra argumento es que deberían de poner “la mejor ciencia disponible en el centro de la política y la democracia”. De hecho, Greta llegó a Nueva York en un velero después de 15 días de navegación, para no usar un vuelo que contamina de manera importante la atmósfera.

Otra de sus referencias es que mientras más poder se tenga, más responsabilidad existe. Con este presupuesto hace un análisis de las brechas entre países. Se cuestiona cómo se les puede pedir a los países pobres, con tantas necesidades, que se preocupen y actúen en contra del cambio climático, si los países ricos, que tienen todo, no lo hacen. Son los jóvenes que ponen la agenda porque para ellos el futuro está en riesgo y, como dice Greta, si se usan “100 millones de barriles de petróleo al día, no hay reglas para dejar de usar ese petróleo; y no podemos salvar al mundo siguiendo las reglas (…) hay que cambiarlas”.

La Semarnat, en voz del secretario Toledo, se solidariza con las manifestaciones y enfatiza que hay 25 años de fracasos y que cada vez los síntomas del cambio climático están peor. Sin embargo, el gobierno actual no ha priorizado la crisis del clima en sus políticas y proyectos; México está muy atrasado en medio ambiente y a la 4T parece que no le interesa la agenda climática. En nuestro país hay decenas de megaproyectos que destruyen el medio ambiente, que es urgente detener ya. Es necesaria una redistribución del ingreso, pero también un desarrollo que no destruya más el medio ambiente.

Greta, como millones de jóvenes, reclama el derecho al futuro, que cada día se ve más comprometido, por eso tienen sentido las consignas de la marcha del pasado viernes en la Ciudad de México: “queremos futuro, no hidrocarburos”; “ni un grado más, ni una especie menos”.

Investigador del CIESAS. @AzizNassif

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