El nuevo año se inicia con los mejores augurios para México. El presidente Peña empieza a tambor batiente, ejerciendo liderazgo, emprendiendo acciones. En su mensaje inicial habla del “gran ánimo de cambio”. Los partidos políticos negocian acuerdos. Los propósitos de año nuevo están plasmados en los cinco ejes de la política y los 95 compromisos del Pacto por México, con algo insólito: un cronograma y un consejo rector que dé seguimiento a su cumplimiento.

En esta efervescencia de ideas, los organismos internacionales OCDE, el Banco Interamericano de Desarrollo, la CEPAL y el Banco Mundial, en un gran foro celebrado en estos días, contribuyen a la batería de propuestas a través de sus dirigentes y expertos. José Ángel Gurría ejerce un liderazgo, proponiendo una agenda estratégica para México en un excelente documento (Getting it right). Igualmente lo ha hecho la CEPAL con Alicia Bárcenas, que ha enarbolado la bandera del “Cambio estructural para la igualdad”. ¡La ventaja de contar con dos mexicanos imprimiendo rumbo acertado a las instituciones y apoyando al país desde afuera!

Tan importante como los propósitos o deseos de año nuevo, hay que subrayarlo, son los obstáculos a superar. Voy a plantear algunos de ellos en la esfera económica:

1) Un entorno internacional de gran riesgo. México es vulnerable a los efectos de la economía internacional. Nuestra dependencia de la economía estadounidense y del precio del petróleo se han acentuado en la última década. Aunque en EU hay señales positivas en la construcción, el consumo y en las manufacturas, destacadamente el sector automotriz, no puede descartarse una recesión. En todo caso se estima un crecimiento inferior a 2%. Ya se libró por el momento el “precipicio fiscal”, pero The Economist se refirió al acuerdo como malo, derivado de un sistema político fracturado y sin fin a la vista. “América se vuelve europea”; Europa, por su parte, por la incompetencia de sus líderes, no está fuera de la zona de riesgo. Cataluña amenaza con secesión e Inglaterra con salirse de la Unión Europea. Como señales positivas, en Asia el nuevo liderazgo chino promete cambios en su modelo para estimular su mercado interno, y en Japón, Abe, el nuevo primer ministro, privilegia como objetivo salir de la deflación. Sin embargo, si hubiera una recaída mundial, el programa económico inercial de déficit “0” (cero) no da. Tendría que haber políticas contracíclicas y aceleración de las grandes reformas económicas.

2) Los obstáculos internos a la capacidad de crecer. El lamentable estado en que se encuentran muchas instituciones nacionales significa que hay que hacer muchas cosas para poder crecer. Rehacer la infraestructura de la infraestructura, que significa fortalecer la capacidad para generar, evaluar y ejecutar proyectos viables en el sector público y en el privado. Hacer una verdadera reingeniería del Estado que implica adelgazar estructuras y suprimir cientos de programas asistenciales y clientelares inútiles. Fomentar la competencia. Activar nuevos motores de crecimiento en las telecomunicaciones, el sector energético, el medio ambiente y el desarrollo urbano. Orientar a la banca pública y privada para que contribuyan a las prioridades nacionales.

3) Aparte de la seguridad y la educación, la gran batalla se dará para lograr la trilogía de las reformas básicas: la energética, la de seguridad social y “la madre de ellas”: la fiscal. Lo demás son escaramuzas. La izquierda ya planteó que no aceptaría elementos del Pacto que involucren al IVA y lo que suene a “privatización” de Pemex, que es lo que está más en la mira de los inversionistas extranjeros. En cambio, para los empresarios mexicanos la reforma fiscal es igual a IVA, pero que no se toque la consolidación fiscal de empresas. Hay ya las experiencias fallidas del impuesto sobre refrescos, el predial o la tenencia de automóviles. Todos ven la necesidad de la fiscal en lo general, pero siempre “en los bueyes de mi compadre”.

¡Sin reforma fiscal se caería buena parte del Pacto por México! Se requiere una inusitada tarea de convencimiento y una gran motivación social, como financiar la mayor inversión que genera empleo, la red ampliada de protección social o liberar a Pemex de la expoliación fiscal. Se necesita ampliar el menú de opciones tributarias, incluyendo las que ahora se discuten en el mundo: un impuesto a las personas más progresivo, con mayores tasas para ingresos millonarios, transacciones financieras, ganancias de capital.

El 2013 debe ser, como lo define el presidente Peña Nieto, el año en que se inicia la transformación de México, con una ruta crítica de seis años, con resultados desde el principio, pero advirtiendo que el camino será ni más ni menos de “sangre, trabajo, sudor y lágrimas”, hasta alcanzar los objetivos finales.

Secretario general de la Fundación Colosio

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