Semillas emancipatorias que arrastradas por vehículos vivos o inertes encuentran destino distante de la planta que les precede, alejadas por centímetros o kilómetros.

“De ahí el inmenso esfuerzo para sacudir el yugo y conquistar el espacio… Mecanismos inesperados y asombrosos, pues puede decirse que no hay semilla que no haya inventado algún procedimiento particular para evadirse de la sombra materna”, escribió el poeta Maurice Maeterlinck en su obra “La inteligencia de las flores”, en la que con una mirada Darwineana describe las formas en que algunas plantas lanzan como proyectiles a sus semillas, en la conquista de nuevos terrenos para el reino vegetal.

En esta odisea, la germinación se encuentra regulada por la “latencia” y “dormición”, fenómenos que actúan en niveles distintos para mantener la viabilidad del embrión, dentro de la semilla. Sin prisa, la latencia se presenta ante un ambiente hostil, y la dormición, por raro que resulte a la lectura, mantiene un estado de pausa desde los procesos internos. En convivencia, ambos aspectos se presentan y ausentan para que el embrión logre emerger sin prisa, confrontando el antropocentrismo en que concebimos la vida (moderna) acelerada.

La latencia y dormición cesan en un entorno favorable, dando lugar a la hidratación de la semilla y activación de su maquinaria bioquímica. Justo en este momento, sucede la germinación “sensu strictu” (en sentido estricto), nombre que se le da a los cambios que suceden antes de que podamos ver la pequeña radícula.

Respecto a nuestra relación con las plantas, la velocidad de su desarrollo para la producción agroindustrial resulta un elemento de valor económico.

¿Qué se pierde cuándo se gana productividad?

Fuente:
—Germinación de semillas. Villamil, J. M. P., & García, F. P. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, 1998.
—La inteligencia de las flores. Maurice Maeterlinck. Traducción: Juan Bautista Enseñat. 1907.

@chrisantics

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