El pasado 15 de julio, Andrés Manuel López Obrador, tratando de justificar ante la sociedad la importancia que el combate a la violencia tiene para él y su administración, señaló: “si no terminamos de pacificar a México, por más que se haya hecho mucho en la administración federal, no se podrá acreditar históricamente la 4T”; aunque lo realista, de su parte, hubiera sido: “si no comenzamos a pacificar a México…” Y aunque tiene razón en la apreciación, los resultados del “abrazos, no balazos”, evidencia el anticipado fracaso de su gestión en la materia.

Frente a la obcecada la realidad, muchos ciudadanos cuestionan los resultados de las reuniones diarias del Gabinete de Seguridad, a las 6 de la mañana, cuando no hay datos favorables que justifiquen la eficacia de las reuniones, y de las instituciones participantes. La evidencia numérica es irrefutable: hay más muertos en “la paz” de López Obrador que en la guerra de Calderón.

Mientras el Presidente se reúne con sus homólogos de Canadá y Estados Unidos, en Washington, para fortalecer la cadena productiva del bloque de América del Norte, crecen las noticias de violencia en el país: en el estado más violento, Zacatecas, gobernado por David Monreal —famoso por ser hermano del coordinador de Morena en el senado, y por tocar indebidamente a una compañera de partido durante un acto de campaña—, ocho municipios amanecieron sin vigilancia porque 35 de sus miembros han sido asesinados en lo que va del año. Tan solo el pasado jueves, 9 de los trece asesinados en el estado, fueron colgados en un puente.

La lucha por el control de las plazas en Morelos, Guanajuato y Jalisco, entre el Cártel Jalisco Nueva Generación, los Zetas y el Cártel de Sinaloa, también se ha recrudecido. El gobernador de Durango ha pedido a sus ciudadanos que, por su seguridad, no salgan de sus casas; en Acapulco, asesinan en la playa a otra persona, y en Jalisco los marinos buscan a dos de sus miembros secuestrados por el crimen organizado.

Mientras en Quintana Roo se alista un batallón de seguridad turística de la Guardia Nacional, que se desplegará en las playas para brindar seguridad a los turistas, y con ello evitar más daños a este sector, tan necesario para la reactivación económica nacional (es la segunda fuente de ingreso de divisas, después de las remesas de los paisanos). En la Cumbre de los tres amigos de América del Norte, Human Rights Watch exige a México parar los abusos y maltrato de la Guardia Nacional y del Instituto Nacional de Migración contra los migrantes y solicitantes de asilo; la cifra negra de este gobierno está cerca de superar el techo de víctimas que ofreció al inicio de su gestión.

Se requiere voluntad política y empatía hacia las víctimas. La indolencia ante la muerte de más de 108 mil mexicanos y más de 500 mil por Covid, deja un claro mensaje a la sociedad: no le importan cuantos hayan sido o cuantos serán: lo importante es ganar las elecciones.

Los pésimos resultados en materia de seguridad son evidentes, pese a las maniobras distractoras y el desprestigio a aquellos que disientan de la simulación presidencial.

De pacificar al país nada, de acusaciones y pretextos, todo. Ante el creciente número de muertos que enlutan a miles de familias de este país, las acciones son sustituidas por declaraciones.

Como dijo Alejandro Martí: Si no pueden ¡renuncien! No hacer nada, incumplir sus deberes, también es corrupción.

Periodista y maestro 
en seguridad nacional

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