A mitad de la Segunda Guerra Mundial, nació un varón en Santiago de Querétaro que traía en el corazón la inevitable herida del amor por la palabra. Florentino fue nombrado, y así ha transcurrido la vida, con ese gentilicio hilvanado al nombre, como si hubiera nacido en la capital de la Toscana italiana, un espacio dedicado a las artes y a la vida buena: la comida exquisita, el mejor vino, un paisaje que quita el aliento. Florentino Chávez tenía, pues, desde su nacimiento, la marca del Renacimiento; no pudo escapar a su destino de artista.

A lo largo de muchos años, el poeta y yo nos hemos encontrado entre amigos: en mi adolescencia, en céntricos cafés que ya no existen: Pigalle, La Calabaza, La Mariposa del Jardín Obregón. En 1986, el poeta José Luis Sierra, quien era editor de la Secretaría de Cultura y Bienestar Social del gobierno encabezado por Mariano Palacios, me encomendó la revisión y formación del libro Rústica Chrónica de los Reyes, con la firma de Florentino. Esta primera edición está definida así por el autor: “Poema – historia – romance – fantasía – leyenda: sale a la luz como un homenaje a la ciudad fundadora, así como a los pioneros de la minería en el estado…”

En cada página transita la historia, se destila el afecto y se levantan los montes para invitar al lector a una caminata emocional por veredas que le llevarán al corazón de las minas.

“La Sierra vive / es eterna / Gigante entre gigantes / no pasa / no llega / o sale de los Andes / no va a los mares. / Es eterna. // Los lamas / en sus santos astrales Himalayas / los montañeses de los Alpes suizos / los huicholes en sus desiertos de peyote / el de Iguazú / el boliviano / el chibcha / y el esquimal de las nieves en el Ártico / iguales son que los serranos”.

Florentino es queretano hasta el dolor. Su amor a la tierra abarca pueblos y ríos, llega a Tolimán y da una vuelta por Bernal hasta llegar a Jalpan. En sus versos, los hijos se llevan a veces en las entretelas del corazón y a ratos entre la columna vertebral y la nuca, cansada de tanto pensar.

El mar aparece en varios de sus poemas: curiosa nostalgia del océano que se apropia de las páginas de este literato obsesionado por el cuerpo de olas azules y espuma blanca, tan lejano a nuestro altiplano sólido y encajado en el centro mismo del territorio, es decir, tan opuesto al agua infinita que separa los continentes. Mientras otros poetas del terruño cantan a las calles de cantera, el alma de Chávez se aleja para navegar en la inmensidad líquida y nos provoca melancolía porque Querétaro no mira al mar.

Donde algunos ven casas iguales, de fachadas con pintura triste, Chávez ve una esponja que chupa hasta la última gota surrealista. Nosotros miramos viejas y niños, muchachas y señores; él mira faquires e ilusionistas, taumaturgos, iluminados, sensitivos, parapsicólogos, eximios estudiosos de la Kábala, astrólogos, quirománticos y hechiceros. Envuelve a la ciudad en lenguas de fuego, la hace más atractiva, la convierte en un espacio fascinante que monta un espectáculo circense frente a nuestros ojos, emocionados y agradecidos con el poeta que por momentos nos regaló la ilusión de contemplar el lugar donde vivimos con una mirada nueva.

“Esta ciudad de santos hechizados / caminando a bordón las Californias / a Santa Fe / a San Francisco / a El Paso / llegaron en su ruta de golondrinas / más al sur, por las selvas de Chiapas / a Guatemala y retornaron / los andarines calvos / enterrando una cruz en las fronteras / mitológicas grandes y deslumbrantes / como El Dorado”.

A lo largo de los años he leído, analizado y comentado los libros de Florentino. Al repasar sus hojas, me detengo en algunos poemas. Les comparto aquí uno dedicado al santo de la Sierra Gorda: “Petra / madre / monacal / estrella / Petra / piedra / sideral palmera / Junípero chichimeca / pame Serra / Jesús mío jonás / Santa María meca / huaxteca // evangelista / en quilla / a “Indias” / oro embárcame / yo / Miguel / franciscano / Junípero Serra // Baila la campana / baila / cada son / en sus manos / es un águila / un sol / ¡pames hermanos! / mira / hasta hoy / calandrio / hay una nueva luz / en Sierra Gorda / fray Junípero la aurora”.

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