Desde hace rato se incrementan los procesos de automatización en el campo laboral, se usan robots y mecanismos electrónicos inteligentes. Como ejemplo de esto, hace algunas semanas, la cadena MacDonalds suprimió en Estados Unidos todos los cajeros humanos, que fueron reemplazados por cajeros electrónicos.

También Amazon anunció que los supermercados que abrirá en Estados Unidos en 2018 tendrán cuatro mil metros cuadrados de mercancías, operarán con solo tres personas físicas y el grueso de trabajo lo efectuarán robots.

Para algunos autores, como James Livingston (nubr.co/fZnbPf), el trabajo está actualmente en peligro de extinción, y eso deriva de los procesos de automatización que atraviesan las empresas. Para él, mientras la productividad sigue creciendo intensamente, al empleo le pasa lo contrario. Según Livingston, la desaparición de las fuentes de empleo es severa e incluso irreversible: el trabajo actual disponible no es capaz de satisfacer a los demandantes.

Para otros autores como Joseph E. Aoun, la inteligencia artificial eliminará muchos trabajos actuales, pero también dará paso a nuevos empleos, a la sustitución de diversas carreras universitarias que entrarán en sintonía con los requerimientos del mercado laboral y creará las profesiones que demanda la nueva economía. Incluso él considera que deben implementarse estrategias que visualicen la conformación de nuevos profesionistas que no puedan ser reemplazados por robots, algoritmos o inteligencia artificial.

Con la popularización de las computadoras empezó un paulatino proceso que llevó a las máquinas a hacerse con labores de contabilidad, oficios administrativos y otros mecanizados o repetitivos. No obstante, eso fue compensado por la aparición de nuevos empleos que demandaban mayor creatividad y habilidad para atender los trabajos que no podían efectuar las máquinas.

Es un hecho que la tecnología genera bienestar y riqueza, pero también destruye fuentes de trabajo, conduciendo a continuos procesos de actualización laboral. Sería absurdo por ello renunciar a la tecnología en los tiempos que corren. En el pasado, la eliminación de empleos por parte de la tecnología fue causante en gran medida de que la jornada laboral pasara de 70 horas a inicios de la revolución industrial, a 40 horas semanales.

Pero más allá de si la convergencia de inteligencia artificial y macrodatos empieza a dar a las máquinas una capacidad de razonamiento parecida a la humana, personajes como Bill Gates consideran que los robots deben tributar como cualquier persona, con el fin de que el sistema social se mantenga.

Otros como Jaron Lanier, sostienen la necesidad de establecer un nuevo contrato social, en donde prácticas actualmente consideradas lúdicas sean fuente de retribución económica: que los usuarios de las nuevas tecnologías sean remunerados por los datos que comparten en las redes sociales; de esa manera las empresas dividirían algo del cuantioso dinero que ganan con los datos aportados por sus abonados.

Es un hecho que el significado de ser humano cambia cuando se erosiona uno de los aspectos que lo define: el trabajo. La nueva economía en las sociedades desarrolladas ha alterado el papel del trabajo, uno de los puntales de la cohesión social. Al trabajo históricamente se le asocia, como dice Richard Sennett, por generar uno de los aspectos centrales de la inserción del individuo en la sociedad: el carácter.

Pero el carácter se ha difuminado desde hace rato, ya que las sociedades viven en un perpetuo nomadismo laboral, propio de la era de la flexibilidad del presente y que es algo normal en las nuevas generaciones, “enemigas” de permanecer en una empresa de manera indefinida. Como dice Livingston, hay una falsa creencia en el “valor trabajo”, pero tener un empleo ya no “construye el carácter”, porque ya no existe una relación entre el esfuerzo, las habilidades aprendidas y la recompensa económica.

Periodista y escritor especializado en cibercultura.

@tulios41

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