Veloces corrieron los días, las semanas, los meses, los años… y nunca más. Vivir es decir adiós al hoy y siempre y nunca jamás.

Las vacaciones de la huelga del 68 en la Prepa 6 se llenaron con la fiesta política y luego se vaciaron tras el 2 de octubre, se tornaron grises, con el drama, el desconcierto, el temor, el hastío.
Por suerte no se perdió el semestre y volví con gusto a la escuela. Era tiempo de escoger carrera. Escogí Economía y escogí mal. En 1969, con pase automático, ingresé a la Escuela de Economía de la UNAM y sólo cursé un semestre. No era lo mío. Me salí e hice mi examen de admisión e ingresé al año siguiente a Ciencias Políticas. Ya estuvo mejor pero tampoco me acabé de hallar nunca.

No sabía qué era la sociología y apenas hoy sé algo. Nunca me sentí bien allí, algo me mordía, pero tuve muy buenos maestros e hice muy buenos amigos. Gabriel Careaga, Francisco López Cámara, Arnaldo Córdova, Enrique Semo, Juan Felipe Leal, Armando Suárez, Víctor Flores Olea (director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales), Edmundo Flores, Enrique Ruiz García… Y los maestros que no fueron mis maestros pero que por ahí andaban y eran muy visibles: Fernando Benítez, Gastón García Cantú, Hugo Gutiérrez Vega, Enrique González Pedrero… Y los amigos: Xóchitl, Vicente, Juanelo, Patricia, Aurora, Rodolfo y Alejandro, Cipriano, Ricardo, Carlos, Genaro, Óscar, Iván… y otros que apenas conocí y hoy son famosos.
Mi pasión entonces era el futbol y el Mundial de 1970 lo gocé como no había gozado los Juegos Olímpicos del 68. Aparte de los partidos de México (fui a uno de ellos al Azteca), recuerdo el Alemania-Italia en la semifinal y el Brasil-Italia en la final. ¡Yo vi jugar en vivo y en la tele a Pelé! La conciencia llega con retraso. Intermitencias del oeste y del pasado remoto del México azteca y del 68:

--Los empleados / municipales lavan la sangre / en la Plaza de los Sacrificios.
--Y el olor de la sangre mojaba el aire / y el olor de la sangre manchaba el aire.

Un mes después del 2 de octubre pasé por ahí y la Plaza de las Tres Culturas estaba hermosa, sin restos de sangre. Como hoy la parte norte de la alameda popular de Querétaro, sin restos de vendedores y compradores pránganas, ya todos vamos a Plaza Latitud La Victoria.

Lo mejor de los primeros 70 fue mi encuentro con Enrique Ruiz García y Octavio Paz; poco después aparecieron José Emilio Pacheco y Eduardo Nicol. Mi educación extramuros universitarios.

En Ciencias Políticas en esos años se leía a Carlos Fuentes pero no a Octavio Paz. Se hablaba de Tiempo mexicano del primero pero no de Posdata del segundo, que yo recuerde. ¿La Revolución cubana o el camino de la democracia?, ¿democracia o fascismo? Ruiz García, Paz, Pacheco, Nicol y las enseñanzas de don Juan cambiaron mi concepción del mundo; mejor dicho: me dieron una concepción de mundo y de la vida, junto al Moro de Tréveris, y otras vainas.

Y en medio de tanta sangre que baña hoy al país y del proceso electoral mexicano, he vuelto a disfrutar por la telera los juegos del Mundial de Rusia 2018.

Sin enajenación no hay liberación.
Sin neurosis no hay salud.
Sin locura no hay racionalidad.
Sin amor no hay gracia, palabra de palabrero.
Amén. Gracias. ¿Qué sigue?

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