Después de una década atroz, inicia el 2020 con augurios de paz y felicidad. Los matemáticos piensan que la década de los veinte empieza hasta el año 2021, pero para la mujer y el hombre comunes estamos ya en la nueva década. En México el presidente cree que el país está feliz, feliz, en su peculiar y efectivo estilo de acercarse al pueblo. “Que seas feliz, feliz, feliz, es todo lo que pido…”, cantaba Pedro Infante en la década de los cincuenta, pero refiriendo sus deseos al amor que dejaría. AMLO quiere un país feliz, como si las tesis organicistas tuvieran validez en la década de los veintes del siglo XXI.

Herbert Spencer, sociólogo inglés, sostenía que las sociedades evolucionan y cambian como si fueran organismos vivos. De ahí, supongo, deriva la idea de que existen órganos del estado, como el Senado, la presidencia o los “órganos jurisdiccionales” que imparten justicia. De tal manera que los órganos al formar parte de un ser vivo lo convierten en algo biológico que vive, crece, se reproduce y muere. Pero supuestamente también siente y puede estar triste o deprimido, pero también estar feliz. No obstante, este concepto abstracto y subjetivo dio un giro para convertirse en indicador de bienestar y desarrollo.

En ningún lugar de los documentos básicos de México, su Constitución Política, las constituciones estatales y la de la Ciudad de México se menciona la palabra felicidad. En Estados Unidos en la Declaración de Independencia se consigna la búsqueda de la felicidad como uno de los inalienables derechos que se han otorgado al hombre (a la mujer) por su creador y que el gobierno debe proteger.

Morelos, el genio político de la independencia, incluyó en la Constitución de Apatzingán a la felicidad como la finalidad última de la organización social. Se aduce que Morelos tomó el término felicidad de la declaración estadounidense de independencia, lo que es posible. Pero de igual manera la definición de felicidad política propuesta por Morelos debería ser la que guíe el actual quehacer gubernamental. Así lo planteó: “La felicidad del pueblo y de cada uno de sus ciudadanos consiste en el goce de la igualdad, seguridad, propiedad y libertad. La integra conservación de estos derechos es el objeto de la institución de los gobiernos y el único fin de las asociaciones políticas”. (Artículo 24).

Tal vez con estos elementos la ONU presenta anualmente el World Happiness Report. El informe mundial de 2019 ubicó a México en el lugar 23 mundial. Los indicadores son los datos de los tres últimos años referentes al producto interno bruto, las ayudas sociales, la esperanza de vida, la libertad, la percepción de la generosidad o la corrupción y la calidad de vida de los inmigrantes. Según este informe, Venezuela se mantiene como el país más infeliz del continente, sus dirigentes son una basura.

La medición de la felicidad en México refrenda la proverbial actitud mexicana de enfrentar la adversidad con alegría y optimismo. Otro estudio preparado por la UNAM menciona que el promedio de felicidad de los mexicanos es de 8.53, en una escala del uno al 10. Según la Encuesta Nacional sobre la Satisfacción Subjetiva con la Vida y la Sociedad el 82.3 por ciento de la población está satisfecha contra 17.5 por ciento que vive insatisfecha.

El final de la gestión de Peña Nieto estuvo marcado por un malestar generalizado y decepción del gobierno. Se habló de malhumor social, pero fue odio por los excesos. Las elecciones libraron al país de casi todos los corruptos, ahora libres o huidos, pero el malhumor social persiste.

El gobierno tiene que darse cuenta de la polarización social. No contribuye a la felicidad de un país la confrontación que auspicia el mismo gobierno o sus agentes. El presidente y su gobierno merecen el respeto ciudadano, pero este se gana con seriedad, profesionalismo y respeto al opositor. La ruta de las descalificaciones mutuas nos lleva a la infelicidad social.

Por lo pronto mis mejores deseos a lectores amigos por su felicidad en este 20-20. Año que no necesita carabina 30-30 para salir adelante, sino buena voluntad y buena onda.

Investigador nacional en el SNI

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