Por increíble que sea, durante los últimos 15 días aumentó la tensión, la angustia y la desorientación relacionadas con las elecciones de julio próximo. Ayer se presentaron los escenarios políticos de GEA-ISA, que dibujan un escenario realmente complejo hacia la próxima elección. Parten de documentar el grave deterioro de la situación del país en diversos ámbitos, en especial en seguridad y gobernabilidad. De manera sucinta, esto se traduce en que la tasa de aprobación del Presidente Peña Nieto sea 22%, mientras que en el periodo correspondiente, la de Felipe Calderón fue 47%, y la de Vicente Fox, 58%. Además, sólo 3% de la población afirma creerle mucho a EPN esto es, sólo uno de cada 33 mexicanos.

Es notable el número de indicadores sobre la situación del país que se deterioraron sustancialmente durante el primer trimestre de este año. Se acentuó el pesimismo de la población, pues 40% piensa que la situación del país dentro de un año será peor que la de hoy, aumentó 9 puntos. Sólo 15% piensa que será mejor.

Por eso no sorprende que del análisis correspondiente se desprenda que la visión de la ciudadanía ha venido cambiando, de un dilema acerca de qué tanto apoyar a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y a Morena, a otro de en qué medida preservar o relevar al PRI en la cúspide del poder público. Recuérdese que 41% de la población señala que nunca votaría por el PRI, y que sólo 20%, uno de cada cinco ciudadanos afirma que desearía que el PRI continuara en el gobierno.

La tensión se agrava pues se nutre de un señalamiento cada vez más extendido de que el gobierno del Presidente Peña Nieto tiene un involucramiento creciente en una elección que ahora denominan “de Estado”, derivado, sobre todo, de la filtración de que la PGR investiga una operación inmobiliaria de Ricardo Anaya, candidato del PAN. Se trata de una situación en la cual nadie sale ganando.

Aumenta la desconfianza sobre los gobiernos priístas. El electorado se debate acerca de a quién creer sobre el affaire Anaya. La PGR se desprestigia aún más, pues ni aporta la evidencia que afirma, ni cierra el caso, pidiéndole una disculpa a Anaya. El descrédito adicional del gobierno priísta se transfiere a las autoridades electorales, en particular al INE, pues el elector común y corriente lo considera parte del gobierno, más que una organización ciudadana. Además, el INE salió muy “raspado” de las múltiples irregularidades asociadas con el proceso por el que los candidatos independientes buscaron documentar que cuentan con los requisitos establecidos en la ley, y que quedó en evidencia un procedimiento por demás deficiente y vulnerable, así como que los aspirantes a candidatos independientes se hayan volcado en críticas y hasta denostaciones contra el INE. Habrá que ver hasta dónde llegarán con sus impugnaciones, que mucho laceran a dicho instituto.

AMLO se frota las manos al ver que sus dos principales rivales electorales se despedazan y se hunden en una nube de opacidad ante el electorado.

Así, al efecto electoral del deterioro del país se suma el efecto negativo de la “provocación” o “agravio” de un gobierno priísta frente a la opinión pública. El efecto agregado es devastador. Es urgente salir de este entrampamiento. Para eso se requiere resolver el agravio con la acción inmediata y creíble de la PGR. Si tiene pruebas contra Anaya, que las presente ya. Si no las tiene, que se disculpe ya. La peor situación para el electorado y la más grave amenaza que se cierne sobre las próximas elecciones es el estatus quo.

La dinámica política y social de México puede tomar cursos inesperados y perniciosos en cualquier momento. Los números muestran que el resultado de la elección presidencial no está resuelto. Faltan 100 días de campaña que cambiarán la historia de México. El sistema político está en tal desarreglo que toca a los ciudadanos demandar seriedad responsable. ¿Cómo hacernos oír?

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