El pasado jueves 8 de marzo se conmemoró un aniversario más de la lucha por los derechos de las mujeres, declarado por la ONU en 1975, por éste y otros motivos, como el Día Internacional de la Mujer. Es un día, según algunos, para festejar, y quizá para otros, para recordar que se requiere aún redoblar esfuerzos en la lucha por la igualdad de las mujeres en el mundo. Yo tengo mi opinión personal y quiero compartirla en un par de entregas.

La intensión de la colaboración de esta semana es entonces enumerar, desde mi perspectiva personal, el por qué sí es un motivo de celebración y sobre todo de reconocimiento, que impulse entre otras cosas, a incrementar la conciencia del valor de ese ser extraordinario que nos inunda todos los días, la mujer.

Primero, todos somos hijos de una mujer, en algunas ocasiones somos hermanos de una o más mujeres; si tenemos la fortuna de encontrar nuestra media naranja, pues seremos esposos de una mujer; si la vida nos premia con esa dicha y responsabilidad, también seremos padres de una niña, que eventualmente se convertirá en mujer; y así sucesivamente hasta repetirse los ciclos de la vida. Total, siempre estamos y estaremos ligados a las mujeres.

Segundo, las mujeres son infinitamente mejores que nosotros los hombres, resisten mejor el dolor, son multitarea, tienen una propensión natural hacia la empatía con las personas, son más sutiles en su trato y más humanas en lo general. Decía William Golding (escritor británico Premio Nobel de Literatura en 1983) “… que las mujeres debían estar locas si es que pretenden ser iguales que los hombres, ellas son bastante superiores y siempre lo han sido. Cualquier cosa que le des a una mujer lo hará mejor; si le das esperma, te dará un hijo; si le das una casa, te dará un hogar; si le das alimentos, te dará una comida; si le das una sonrisa, te dará su corazón. Engrandece y multiplica cualquier cosa que le des”. Golding pretendía puntualizar -pienso yo- ese papel claramente superior que de una u otra manera todos hemos vivido junto a una mujer, y la sola idea de que ellas pretendan la igualdad le quita sentido a tal superioridad. La lucha por la igualdad, sin embargo, es clara respecto a los derechos que buscan las mujeres y que han ido ganando con el tiempo, el derecho al voto, a la salud, a la libertad de credo o de elección de pareja, entre otros, derechos que aún siguen inalcanzables en algunas regiones del mundo.

Tercero, y creo aún más poderoso, es el observar desde donde nos toca vivir, trabajar, hacer ejercicio o convivir con amigos y amigas en casi cualquier ámbito de nuestra vida como hombres, que las mujeres cada vez más asumen posiciones cuyo liderazgo se “siente” literalmente, cuya pasión y compromiso se evidencia en los resultados de su trabajo, y sobre todo en el orden que traen a nuestras vidas. Que las mujeres asuman diversos roles en la sociedad, es importante, pero lo verdaderamente admirable es que estos sean acumulativos a los que ya de por sí se auto asignan o juegan en la sociedad: son hijas, madres, hermanas, compañeras de trabajo, amigas, esposas, pero también son chefs, enfermeras, mecánicas, costureras, coaches, conductoras, psicólogas y muchas cosas más, que sin duda las hacen especiales en nuestras vidas.

No pretendo en esta primera entrega hacer una descripción de lo que todas “esas mujeres” hacen o han hecho por mí, más bien pretendo resaltar que “esas mujeres”, presentes a veces de manera imperceptible en nuestras vidas, la modelan, y sobre todo la enriquecen. Desde mi particular punto de vista eso merece reflexión y algo más. Continuará…

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