Recientemente vi la serie “Una piedra extraña”, presentada por Will Smith pero cuyas historias eran contadas por astronautas, relatando las experiencias que tuvieron al dejar la tierra y vivir, aunque fuera por unas semanas, en el espacio. Una de las astronautas relata que antes de emprender el viaje creía que, al regresar a la Tierra, lo primero que haría sería ir a buscar una hamburguesa; para su sorpresa, lo único que quería era una ensalada.

Gracias a la tecnología el humano ha logrado llegar al espacio e incluso vivir ahí, por periodos finitos, en la Estación Espacial Internacional (EEI). Sin embargo, los recursos son limitados y sostener la vida de los astronautas, así como la operación de los equipos es un reto mayúsculo. Incluso la tecnología de los alimentos es única, pero insostenible para periodos prolongados, lo cual sucedería si se buscaran destinos más lejanos.

El Instituto Tecnológico de Massachussets y el proyecto Veggie de la NASA han sido pioneros en el desarrollo de pequeños sistemas de producción en la EEI. A estas estructuras suele llamárseles “Food Computers” porque permiten producir alimentos, pero a la vez son unidades de experimentación biológica con relación a la cantidad y tipo de luz, disponibilidad de agua en raíces y ambiental, así como las diferencias de gravedad.

El gravitropismo es un fenómeno por el cual las plantas pueden “sentir” dónde es abajo y dónde es arriba, de tal manera que su raíz sabe la dirección que debe guiar su crecimiento. Más que el hecho de que las plantas sientan como nosotros los humanos, en realidad éstas sufren una serie de fenómenos tanto físicos y bioquímicos que la ciencia ahora conoce con cierta precisión, pero sin duda aún queda mucho por descubrir.

El mecanismo por el cual sucede está relacionado con un flujo de moléculas llamadas auxinas, las cuales son hormonas en las plantas. Este flujo de hormonas está a su vez liderado por estructuras celulares llamadas amiloplastos, que son como bolsas totalmente llenas de almidón y cuya densidad provoca que se conviertan en una especie de piedras o pesas que cuando son derramadas en un estanque, se van al fondo; entonces estos amiloplastos se desplazan a la parte más baja de la célula que los contiene de acuerdo con el sentido de la gravedad. Cuando los amiloplastos finalmente son desplazados al fondo de la célula, se genera una señal de reconocimiento que produce canales que les indican a las auxinas que por ahí tienen que fluir, provocando la proliferación de nuevas células en esa dirección.

Sin duda, el reto tecnológico de producir alimentos en el espacio atraviesa por dudas científicas que tienen que ser contestadas antes y, en ese sentido, el proyecto Veggie ha logrado producir exitosamente lechuga, col china, y mizuna, esta último es una planta japonesa similar a la mostaza en la EEI; todos los cultivos son aprovechables por el follaje, es decir por las hojas. Por otro lado, China ha realizado un esfuerzo quizá más complejo, pues este año logró llegar al lado oscuro de la luna (que no es que sea oscuro todo el tiempo, solo es el lado de la luna que no podemos ver desde la tierra), pero también logró germinar algodón.

Quizás justamente en la experimentación espacial, está la respuesta para producir nuestros alimentos de manera más eficiente, porque los recursos naturales que utilizamos se están agotando. Así, tal vez tenemos que ver los problemas terrestres desde otra perspectiva para encontrar soluciones basadas en la ciencia y la tecnología para el bien de las sociedades.

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