Nada es completamente cierto, ni absolutamente falso. Lo ocurrido el domingo 6 de junio es según el color del partido con que se mira y, si me apuran, según los ojos de cada quien. Y es que los resultados se disparan en todas direcciones y los contrastes son el signo de la jornada. A ver:

-El presidente López Obrador asegura estar feliz, feliz, feliz con sus números: porque sostiene que ganó su proyecto de transformación de México, aunque omite reconocer que Morena apenas rebasó la tercera parte de los votos, que perdió más de cincuenta diputados y que por sí solo no alcanza ni siquiera la mayoría simple; que requerirá de sus partidos satélites para llegar a 281 votos, lejos de los 332 que tuvo en la actual legislatura para lograr la mayoría calificada; se congratula del control del presupuesto, pero sabe que no podrá enviar reformas constitucionales sin cambiarles ni una coma. Aunque, como dijo ayer, ¡negociará el insólito apoyo del PRI!

-En cambio, Morena amplió su territorio de manera notable al pasar de gobernar siete estados a ganar otros nueve para llegar a 16 entidades, exactamente la mitad de las 32 que conforman la república. Aun cuando en varias de esas conquistas, los nuevos gobernadores morenistas habrán de lidiar con alcaldes de otro signo o de plano congresos adversos. No obstante, hay que reconocer que si Morena logra dos o tres de las gubernaturas que estarán en juego el próximo año, llegaría al 2024 con un mapa mayoritario.

-Donde el rechazo al presidente, a Morena y a Claudia Sheinbaum ha sido fulminante, es precisamente en la Ciudad de México. Nunca en 24 años de gobierno de izquierda desde 1997, la capital del país había dado un giro tan dramático: el partido en el poder federal y estatal pierde 6 alcaldías, mientras que el bloque PAN-PRI-PRD gobernará en 9, y tal vez 10 cuando se decida Xochimilco. Lo patético es que el presidente, lejos de aquel discurso de candidato que ponderaba la inteligencia, preparación y sensibilidad de los capitalinos, diga ahora que la debacle se debe a una guerra sucia de los medios de comunicación; como si los habitantes de esta ciudad fuéramos maleables débiles mentales. Por supuesto que su cercanísima Claudia también se ha quejado de campañas negras como factor de esta derrota —que la rezaga en la carrera al 24— y reafirma estar, como siempre, de acuerdo con el presidente. Por cierto, ¿no se ha puesto a pensar que, además de la Línea 12, esa es la razón por la que perdió?

-Por su parte, la oposición se lamenta de que el rechazo a la 4T no haya sido más contundente. Aunque, al igual que varios medios internacionales y nacionales, presume el haber frenado los afanes autoritarios del gobierno lopezobradorista.

Lo grave de todo esto es que si el propósito del presidente era dividir más al país, lo ha logrado plenamente: en el reparto de curules en el Congreso; en gobiernos estatales; entre norte y sur; entre clases medias y pobres; entre sus seguidores rabiosos y sus antagonistas vitriólicos; en los opuestos oriente y poniente de la Ciudad de México, donde la calzada de Tlalpan será una frontera que rememore el Muro de Berlín.

Por eso me alarma que, en sus mañaneras, el presidente siga festinando a quienes votaron por él y al resto tratándolos de “adversarios”.

¿Sería mucho pedirle que entienda que el gran mensaje del 6 de junio es que somos así, un México diverso, plural y por tanto democrático? ¿Y que su obligación histórica como hombre de Estado es gobernar para todos?

Periodista. ddn_rocha@hotmail.com

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