Los seres humanos hemos aprendido, por el paso del tiempo, las vivencias de múltiples generaciones, y ese afán de encontrar la armonía en nuestras vidas, a navegar por el mar de las circunstancias. Los viajes suelen iniciar acompañados de sueños, de un espíritu aventurero y consciente que habremos de enfrentar aguas agitadas, tormentas y momentos que ponen en riesgo nuestros propósitos. Hay que conocer de la experiencia vivida por otros y  aprender a aprovechar el viento y lo que ese mar nos ofrece para lograr subsistir en el tránsito de cada travesía.

Hay lugares ubicados junto al océano que se crean para hacernos recordar los viajes, para agradecer la protección que buscamos en lo más profundo de cada persona, acorde a las creencias y a esa parte espiritual que le da sentido a la vida misma. Uno de ellos es la Basílica de Nuestra señora de La Guarda, en la ciudad francesa de Marsella, ubicada en lo alto de una colina en el puerto y considerada desde la Edad Media, la guardiana de los pescadores y de quienes están relacionados con el mar.

Esta imagen de un detalle en el interior de dicho lugar me invita a reflexionar, que a pesar de vivir en una ciudad lejana del mar, metafóricamente siempre nos embarcamos de nuevo en algo y hacemos nuestro ese mar de lo incierto y esos vientos del azar, de tal suerte que este pequeño barco enmarcado por la decoración de la cúpula, resulta un símbolo de esas aventuras y del agradecimiento de poder llegar a buen puerto, en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

@GerardoProa

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