Una vez más la diputada local de Querétaro, Elsa Méndez, cautiva las notas periodísticas, y uno que otro arrebato de pena ajena, al asegurar que es “enviada de Dios” para defender la vida de cada mexicano. Tal declaración la emitió el miércoles en el marco del fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación acerca de la despenalización del aborto en Veracruz. ¿Qué implicaciones tiene lo dicho por Méndez?

No es la primera vez en la historia que conocemos que alguien asegura que Dios le encomendó una tarea. Hay varios ejemplos. Según la biblia, a Moisés se le confió salvar de un diluvio a una pareja de cada especie animal. A Estados Unidos de América, según su gobierno, se le encargó esparcir la democracia y libertad a todo el mundo, política que conocemos como el Destino Manifiesto. Ahora Méndez asegura ser enviada por Dios para cumplir un deber dentro de la política.

Es necesario mencionar que cada uno está en su derecho de profesar, o no, alguna religión, sea catolicismo, judaísmo, islam, budismo, taoísmo, etc., situación que no era posible en México antes de 1860. La Ley sobre Libertad de Cultos del presidente Benito Juárez, integrada en 1873 a la Constitución de 1857, estableció la libertad de practicar la religión elegida por cada uno, contrastando entonces con la de 1824 que imponía el catolicismo como el único para profesar. Ese cambio fue un extraordinario movimiento hacia el progresismo de una nación entera que cubría mestizos y grupos indígenas, y no perdamos de vista que estamos hablando de un suceso de hace (casi) 160 años.

Con base en lo anterior, hay que señalar que México es un Estado laico, lo que significa que no hay una religión oficial y se permite que la población profese el culto religioso que prefiera, sin que ello implique algún tipo de discriminación. De la misma manera, el Estado opera sin dependencia de organizaciones religiosas, su política nacional no se ve influida por creencias religiosas y sus autoridades políticas no se basan, ni pública ni privadamente, en una religión para cumplir con sus responsabilidades adquiridas por el contrato social que se genera tras el sufragio.

Por lo anterior, Méndez podrá tener su agenda y meta política definidas, como cualquier otra persona que se dedique a la política. Sin embargo, sus ideas, propuestas y responsabilidades como legisladora de Querétaro no deben estar fundadas a partir de su convicción religiosa, pues estaría atentando contra el Estado laico que todo país progresista es. Su declaración reciente y otras más junto con sus múltiples acciones a lo largo de su trayectoria como diputada han hecho caso omiso de esto.

Ahora, aquí hay que distinguir dos niveles en una propuesta política: lo válido y lo correcto. Lo primero indica si la propuesta cumple con estándares básicos de no trasgresión a la libertad de las personas y al Estado laico; y lo segundo enfatiza si la propuesta es buena o no para la sociedad, algo que puede resultar ambiguo en algunos casos dependiendo de la interpretación que se le dé. Las propuestas de Méndez en relación con el apoyo a la vida, esto es, que no se legalice el aborto, son válidas en un primer escenario, es decir, podrían exponerse en el escenario público y político; no obstante, al momento en el que la legisladora las basa en convicciones religiosas, éstas se desvirtúan y carecen de validez.

Pero ojo, esto no significa que sean correctas. Para ella lo son, pero para muchas otras personas, incluido yo, no lo son. La religión no debe ser obstáculo. El aborto debe ser un derecho de las mujeres, y no sólo tiene que ver con la decisión de ellas sobre su cuerpo, que es la parte central, sino con los beneficios sociales ampliamente estudiados que puede aportar. Méndez tiene que dejar a un lado las percepciones sensoriales divinas y ponerse a trabajar para el bien de la sociedad y no de una religión.

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