De los 119,938,473  habitantes reportados por la última estimación realizada con base en la Encuesta Intercensal (EIC) 2015 del Inegi —sabemos que superamos los 127 millones de habitantes—, un porcentaje aún “pequeño” —dirían algunos—, ha sido infectado por el virus SARS-CoV-2 en los últimos meses en nuestro país.

Al día de ayer nuestro estado, con base en la información proporcionada por las autoridades federales y estatales, contabilizó 730,317 casos confirmados. Todos los contagios, sin excepción —o al menos aquellos que conocemos por los registros que se mantienen—, son lamentables, pero lo son mucho más las casi 76 mil 500 muertes que ha cobrado la pandemia en todo el país (Querétaro hace algunos días supero los 1,000 decesos). Estos casos hoy forman parte de la estadística que como país exhibimos al mundo, si lo hemos hecho bien o mal, la historia, con los datos como evidencia, lo harán.

El día de ayer que fueron modificados los contenidos del Semáforo de Riesgo Epidemiológico del Estado de Querétaro y migramos al semáforo amarillo —hay una entidad  federativa que incluso ya pasó a semáforo verde (la nueva normalidad)—, según los datos del gobierno federal. Las modificaciones radican principalmente en la habilitación de actividades y la modificación de los porcentajes en aforos para la realización de las mismas, manteniendo las restricciones a personas mayores y aquellas con comorbilidades identificadas. Se antoja retador el escenario, en el que las oficinas de gobierno, con sus reservas y criterios para las poblaciones en situación de vulnerabilidad, se abren totalmente. A partir de ayer empezaremos a probar qué tan bien el entrenamiento social, la adecuación de las oficinas, espacios y servicios públicos funcionarán para la ciudadanía.

Rescato esta semana #DesdeCabina, en la entrega veintidós de esta serie, que se mantienen —y debemos ser muy consientes de ello—-, los criterios para aquellos grupos cuyas vulnerabilidades por edad o por antecedentes de enfermedades tipificadas. No debemos bajar la guardia, ya que si bien a todos, y enfatizo, a todos nos urge retomar el ritmo de nuestra vida,  con velocidad, cercanía —sobre todo cercanía—, y efectividad habituales, no se trata de regresar al aislamiento nuevamente producto de que nos desboquemos. Necesitamos ya, cercanos a los siete  meses de que fue declarada la epidemia, retomar el camino, pero con prudencia.

Mucho debemos aprender aún sobre esta experiencia, enumerando lo que hemos perdido, lo que se ha ganado, lo que se ha quedado atrás y lo que debemos ver al frente; pero sin duda algo que es imperativo considerar es no ser parte de la estadística, no convertirnos en un número más de los contagiados, de aquellos a quienes se aplican pruebas, de los que reciben tratamiento médico, u ocupan una cama en algún hospital Covid. Debemos evitarlo a toda costa.

Esta mañana, le doy la bienvenida al semáforo amarillo y me quedo listo, para seguir cuidándome y cuidando de los míos, es en esta medida como nuestra responsabilidad ciudadana debe corresponder a la modificación del semáforo. ¿Es tiempo de celebrar?, sí. ¿Es tiempo de retornar?, también; pero no es tiempo de bajar la guardia, ni de liberar al tigre o gacela que llevamos dentro. Honremos este retorno, no volviéndonos parte de la estadística de esta pandemia, regresemos y permanezcamos así, ganando espacio y sobre todo conciencia. El verde está cada vez más cerca.

Rector de la UNAQ
@Jorge_GVR

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