Además de todas las tareas matutinas asociadas a la persona humana y el abordaje de los breves deberes domésticos en casa, la convivencia familiar se ha modificado radicalmente estos últimos meses. Los buenos días son celebrados entre el desayuno, y el centro de reunión familiar por excelencia, el comedor.

Los dimitidos espacios donde crece el pasto o  florecen algunas plantas se destinan para compartir la comida o el desayuno del fin de semana, para tomar un rato el sol o simplemente para tener un escaso contacto con algo de naturaleza desde casa. Las recamaras y espacio de televisión se han vuelto el lugar identificado para el esparcimiento, que a pesar de la abundancia de contenidos, se ha vuelto bastante monótono. El Godarth, canino Lhasa Apso en edad madura, se aperpleja con la diaria y extendida compañía. La cocina no es más el centro de reunión, es el lugar donde se preparan alimentos y donde se libra la batalla feroz y permanente con los trastes.

Las escasas salidas para abastecer la alacena y refrigerador se han vuelto el principal motivo para dejar la seguridad del hogar y las eventuales salidas al campo, a ver algo que no sean cuatro paredes, aunque sea sin bajarse o detenerse mas que para regresar, son un elixir momentaneo. Son ya seis meses, media año de la vida de todos, adaptándonos a estas maneras de coexistir.

La convivencia se ha vuelto simple, llana y natural, pero no por ello vana o frugal, más bien esperanzadora, los más de 60 mil muertos que ha tomado esta pandemia en nuestro país van dejando huella en la vida de todos; las cifras no ceden y la idea respecto de lograr un nivel de entrenamiento social adecuado para convivir con el virus, parece por momentos, muy natural.

La mañana del sábado, en el supermercado, me pareció percibir una convivencia menos ajena, menos molesta, no con resignación, sin temor, pero no por ello con descuido. Por unos instantes se apareció frente a mis ojos la vívida imagen de un México recuperado, de una educación “normalizada” presencialmente, que aún con precauciones y cuidados diferentes, nos permite ya convivir y regresar a las actividades prácticas tan imprescindibles y añoradas.

En esta convivencia “normalizada” el sistema de salud se ha estabilizado y los niños, los adultos mayores y toda la población dispone, con nuevos cuidados y condiciones, de la totalidad de los servicios médicos como antes de la pandemia. La recuperación económica se observa franca y con rumbo, sobre todo con rumbo. Es en esta nueva convivencia donde todas las acciones de planeación y visualización de escenarios ideados durante el semi confinamiento, están tomando un lugar preponderante, es el momento de redoblar esfuerzos, de mostrar arrojo y retomar el rumbo, o incluso mejorarlo. Como quisiera que fuera una realidad y no solo una imagen qué pasó delante de mi cuando esperaba en la fila del supermercado.

A todos nos urge ampliar el alcance de esta nueva convivencia, esa realidad, en la que aún conviviendo con el SARS-COV2 y muchos virus más en el ambiente, regresemos y despleguemos todo el potencial, que como personas, familias, organizaciones o países enteros tenemos. Es momento de acelerar el paso y de cuidarnos con más ahínco y con más disciplina. La solución para regresar se encuentra en nosotros, mientras tanto.

Rector de la UNAQ
@Jorge_GVR

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