Estimadas lectoras, hoy comenzamos esta nueva travesía, este espacio de opinión que gracias al periódico El Universal tendremos con ustedes cada semana. Advierto desde el inicio que estas columnas serán una provocación al pensamiento, debate y contraste de ideas. También buscaré ser crítico, mas no criticón del poder. Espero que usted encuentre todos los martes material de análisis que le sirva para interpretar la realidad desde distintos ángulos, y con ello formular una opinión sobre los acontecimientos de Querétaro, México y el mundo. Aquí podrá leer mi posición sobre distintos temas, podrá compartirla o no, y eso será parte de la riqueza del debate que en democracia ejercemos en libertad de opinión. Bienvenidas todas las voces, bienvenidas todas las ideas.

El tema de la semana, que ya lo ha sido por más de 15 días, es sin duda la construcción del ahora famoso tramo cinco del Tren Maya.  Y es que quienes hemos observado al presidente López Obrador a lo largo de la historia, llegamos a pensar que la necedad que lo describe tenía límites, pero siempre nos sorprende.

Recuerdo el enorme conflicto político  durante el sexenio de Vicente Fox, con el desafuero de López Obrador. Entonces, la discusión jurídica radicaba en que el Jefe de Gobierno del Distrito Federal (AMLO) había desacatado una orden judicial que le impedía continuar con una obra pública, un puente. Derivado de ello se llevó a cabo el proceso de desafuero para poderlo juzgar y mandarlo a prisión. La historia usted la conoce, y al final fue una gran catapulta política para su aspiración presidencial.

Esta experiencia nos describe al hombre que vemos hoy en Palacio Nacional, no debería sorprendernos. Es una persona que entonces, como ahora, desdeña la ley y el cumplimiento de la misma.

La historia ahora es similar, un juez otorgó un amparo para detener un tramo de la construcción del Tren Maya. Este proyecto, junto al aeropuerto Felipe Ángeles, y la refinería de Dos Bocas, son los grandes símbolos de su sexenio y se han convertido en una auténtica obsesión del inquilino de Palacio Nacional.

A diferencia del puente, cuando fue jefe de Gobierno, ahora el Presidente encontró una forma de torcer la norma y que ésta se ajuste a sus caprichos. La norma mexicana prevé que por excepción puedan existir obras públicas con carácter de “seguridad nacional”. Dichas obras, al tener esta característica, tienen un tratamiento legal distinto, destaca por ejemplo que en éstas no habrá transparencia. Sí, así como lo lee, no se podrán conocer montos destinados a la obra, proveedores o cualquier detalle contractual de la misma; otro a destacar es que tampoco se podrá suspender su construcción, pues  detenerla podría poner en riesgo nuestra seguridad nacional. ¿Cree usted que detener la construcción del tren pone en riesgo la seguridad nacional? Yo tampoco.

La figura jurídica que está utilizando el Presidente para cumplir con su capricho es forzosamente legal, pero valdría la pena preguntarle en sus propias palabras si le parece del todo moral. A todas luces se está torciendo la norma en aras de cumplir con uno de sus principales proyectos, que ya dejó de ser el Tren Maya, para convertirse por estos artilugios legales en el “tren maña”.

Nos leemos la próxima semana.

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