Hay tardes en este tiempo en las que el viento sopla muy particularmente en nuestra ciudad. Lo hace fuerte y ruidoso, sacudiendo el entorno y llevándose consigo no sólo tierra y hojas, sino muchas otras cosas más, pareciera querer arrastrar y arrebatarnos esa calma y tranquilidad que nos caracterizaba y que sucumbe ante la información de algunos acontecimientos que sin desearlos, se van haciendo poco a poco cotidianos y resultan conceptos de cobro en las facturas que el crecimiento y el desarrollo pasan a una comunidad como la nuestra.

Tras la afortunada disminución de contagios de Covid, nos invade el deseo de dejar atrás el confinamiento, por lo que los problemas de movilidad se hacen de nuevo presentes tras esa larga tregua no deseada que nos dieron, pero que nos hizo recordar aquella ciudad sin tanto tráfico de vehículos que algunos llegamos a disfrutar décadas atrás y que hoy enfrenta otra vez el aumento en el número de accidentes de tránsito y en las horas que pasamos los ciudadanos en los diversos medios de transporte durante nuestros múltiples traslados.

También, la primavera de este año llegó con un sol más abrazador y nos manifiesta el impacto del cambio climático obligándonos a tomar medidas preventivas para evitar los daños en la piel que desafortunadamente son más frecuentes, afectando más a quienes desarrollan sus actividades cotidianas regularmente a pleno sol. Sin embargo, tenemos mucha necesidad de salir y estar en contacto con el aire fresco, muy a pesar de sus caprichosos movimientos.

Las distintas consecuencias que nos deja la pandemia están llegando de nuevo a ser objeto de análisis para deliberar qué cambios seguirán adelante y qué tanto de la normalidad antes de la pandemia estará caracterizando a una sociedad, eso sí, más diversa y lamentablemente también violenta y polarizada, pero que sigue requiriendo más que antes, de la tolerancia, respeto y generosidad  de sus miembros para fortalecer su esperanza de superar los problemas que enfrenta el mundo entero y de los que nuestra geografía no puede sustraerse.

Las tardes airosas remueven también los deseos y los sueños de alcanzar aquellos espacios de paz y felicidad, cuya intermitencia se va haciendo tristemente más amplia y lejana. Necesitamos incrementar, además de lo que cubre nuestras necesidades más elementales, el reconocimiento al valor y la importancia de las expresiones artísticas, como un medio para reconocernos una generación que aspira a dejar huella y registro de su paso, para sumar a las que nos irán relevando al paso del tiempo y a la velocidad del viento que lo acompaña cada tarde cuando mueren los días que transcurren cada vez.

Tal vez, sea que envidiamos ser como el aire que se mueve a capricho de su propia libertad, que sin hacerlo evidente, sabe hacia donde se mueve y quiere llegar para convertirse en suave brisa que asemeje esa añorada paz.

Seguramente es por que al inicio de la nueva estación, disfruta de la ausencia de las nubes que le delatan con sus trazos y formas que intentan imitar la creación del arte de los seres humanos, el que también sufre en la adversidad que esperamos se lleve el tiempo y el viento, en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

@GerardoProal

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