El lunes 23 de octubre EL UNIVERSAL publicó una entrevista con el profesor Paul Krugman, Premio Nobel de economía de 2008. El popular economista estaba en México participando en una reunión sobre el futuro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC). No fue ninguna sorpresa que Krugman hablara con la franqueza que lo caracteriza, y que buscamos los seguidores de su columna en The New York Times.

Krugman está convencido que la relación con México ha funcionado básicamente bien, y que el mayor peligro que amenaza al TLC hoy es el factor que representa Donald Trump, a quien no dudó en calificar como “supremacista blanco”.

Salta a la vista la diferencia de trato que Trump le otorga a México en comparación con Canadá. Cuando Trump se quedó a solas con Justin Trudeau la semana pasada, no tuvo vergüenza alguna en proponerle al joven primer ministro un tratado comercial “exclusivo” entre EU y Canadá, (despojado por supuesto de los “pandilleros” Mexicanos).

Para Krugman nadie está seguro con Trump, y al efecto lanzó la misma advertencia que hice en este espacio hace más de un año: Trump parece encaminado terminar su controvertida administración anticipadamente, por desafuero o renuncia.

Por eso el magnate, curándose en salud, ha empezado a buscar desde ahora la reelección para un segundo periodo de cuatro años (¡ni Dios lo quiera!) entre los “granjeros-electores” de “middle America” (Wisconsin, Filadelfia, Ohio); aquellos que aprovechando el “kafkiano” sistema electoral de EU lo llevaron a la Casa Blanca, por encima de los 9 millones de inútiles votos “populares” con los que fue superado por Hillary Clinton.

(Ya hemos dicho que la victoria electoral de Trump fue orquestada por Steve Bannon, el tenebroso “ex superasesor” que continúa apoyando al presidente fuera de la Casa Blanca desde las filas de la más oscura ultraderecha de EU.)

Krugman nos da buenas calificaciones en casi todas las materias (modernidad, sistema electoral y estabilidad económica), pero nos reprueba en corrupción.

Si el profesor desviara la mirada hacia Washington comprobaría que el gobierno de EU está cada vez más hundido en corrupción: el fantasma de Watergate sigue persiguiendo muy de cerca a Trump, y Hillary está convertida en una heroína de tragedia griega.

Parece que la verdadera conjura con Rusia no fue la supuesta confabulación de Trump con los hackers rusos que le ayudaron a ganar. Fue la “venta” de 20% del uranio enriquecido de EU a Putin, cuando la insaciable Hillary era Canciller y el “intachable” Obama presidente.

Google News