Al encender un aparato de radio o un televisor y al abrir una aplicación de redes sociales en dispositivos electrónicos, de inmediato surgen imágenes, textos y videos con sonido donde las palabras, música y ruidos determinados son captados a través de la vista y el oído para procesar información y enterarnos de algo, muchos de ellos en vivo y en tiempo real.

El sonido y la imagen en la comunicación conlleva no solamente un mensaje como tal, sino que lo coloca en un contexto emocional propiciado por cada uno para permitirnos interpretar si hay una alerta, una mera charla, seriedad, formalidad, diversión, entre otras tantas expresiones.

No se diga cuando somos espectadores de algún deporte o competencia, sucede que la emoción que asume un narrador, nos contagia y nos catapulta a un estado emocional de mayor alcance. Inmediatamente reaccionamos ante esos sonidos y generamos una respuesta física acorde a las circunstancias. Lo mismo ocurre cuando vemos una película, un documental o una serie que nos induce a una respuesta emocional expresada en un sentimiento explícito, que lo que ocurre cuando solamente leemos palabras.

La lectura en silencio nos provoca reaccionar de una manera más reservada. Supongo que depende por supuesto de lo que estamos leyendo en ese momento. En particular, deseo referirme a la lectura de una novela, con la que solemos interpretar en silencio los sonidos que nos indican las palabras.

Imagina la lectura de una carrera de autos que refiere el rugir de motores, el chirriar de frenos, acelerones y el efecto de sonido de un auto al pasar frente a nosotros a gran velocidad. Podríamos leer también sobre una escena de una estampida de caballos salvajes que se acercan hacia el personaje de la historia. Tal vez el gran oleaje que golpea la proa de un barco en medio de una tormenta nocturna. Todo estos ruidos estruendosos los imaginamos en nuestra lectura y los escuchamos en toda su magnitud, al igual que a sus personajes, en un silencio absoluto.

Es curioso, pero la lectura también te habla de un doble tiempo, la época que el autor le asigna a su obra, y aquella en que se escribe esa obra determinada. Una nos cita en la imaginación y la otra nos permite conocer lo que se pensaba o piensa cuando se escribe. Las letras y las palabras quedan ahí, en el texto para reposar en el tiempo y despertar cuando el lector decide leerlas, por primera o más ocasiones.

Hay libros cuyo contenido pareciera estar en desuso, desactualizado por el natural transcurrir del tiempo y por la evolución y cambios en el conocimiento y el aprendizaje. A pesar de ello, la gran mayoría guarda ese valor del momento en que fueron escritos o publicados, siendo entonces un referente para quienes desean conocer y aprender de la manera como ha evolucionado la literatura en el transcurrir del tiempo y de la propia humanidad. Pero lo más maravilloso de los ejemplares impresos será siempre el espectacular silencio que guardan sus letras en espera de expresarse de nuevo con todos sus sonidos a la vista de un nuevo lector. Ojalá cada día aprendamos y seamos más los que escuchemos en nuestras lecturas cotidianas, el silencio de las letras, en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

@GerardoProal

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