Figuras del toreo han marcado la pauta en este maravilloso mundo de los parches, metales, percales y bravura, pero ninguna creo yo como el nombre de David Silveti Barry, hijo del también torero Juan Silveti Reynoso y nieto de Juan Silveti Mañón. David Silveti ha sido el torero que más sentimiento y gitanería que mis ojos han visto. El día de ayer se cumplió 11 años  que decidió hacer el paseíllo en la puerta de los cielos. Hoy quiero recordar grandes momentos de la vida de “El Rey David”.

Nació en el seno de una familia de considerable linaje taurino. Don Juan Silveti "El tigre de Guanajuato" fue su abuelo paterno, su padre Juan Silveti Reinoso, y su hermano Alejandro Silveti, todos ellos toreros muy reconocidos y con notables trayectorias. David se aficionaba al arte de la tauromaquia desde muy pequeño y fue a partir de los 12 años que se inicia como becerrista y en el año 1973 lo hace como novillero; debutando posteriormente, en el año 1975, con picadores. Más adelante viaja a España (año 1977) con el propósito de afianzarse más en su carrera e intentar recoger experiencia en la cuna del arte taurino. Allí participa en 12 novilladas, alcanzando un notable éxito. Ya desde ahí los ojos del toreo mundial sabían que se había engendrado un baluarte de los ruedos.

El día 20 de noviembre de 1977 decide tomar la alternativa, haciéndolo en la Plaza Revolución de Irapuato, Guanajuato, oficiando de padrino Curro Rivera y de testigo Manolo Arruza; y la confirmación el 7 de enero de 1979, en la Monumental Plaza de Toros México, siendo allí su padrino Manolo Martínez y testigo Eloy Cavazos. Asimismo y como es tradición, toma la confirmación de alternativa en España, en la Plaza de toros de Las Ventas, un 24 de mayo de 1987, de manos de Nimeño II y oficia de testigo Tomás Campuzano.

A partir de ahí el sentimiento en cada pase era inigualable ya que  a pesar de haber atravesado por innumerables lesiones durante su trayectoria, y pese a las más de 40 intervenciones quirúrgicas que hubo de padecer a lo largo de su paso por el mundo de la tauromaquia, supo mantener el estilo valiente y gallardo que lo caracterizaba como una figura de fuerte personalidad y carismática presencia.

Los ruedos del mundo se rendían al maestro Silveti, más uno no podía contener las lágrimas al ver la calidad, sentimiento y gallardía impregnada en cada toro al humillarse a su muleta.

David Silveti a mi manera de ver tuvo dos momentos mágicos en su carrera que lo convirtieron el en gran Rey  el 10 de febrero de 1974 en Guadalajara y el 7 de enero de 1979 en la Plaza México. Ya que la primera en la plaza Nuevo Progreso fue un rotundo fracaso, según decía le dio miedo como todo ser humano pero ahí se decidió a sobreponerse y ser la gran figura del toreo, y la segunda en el marco de su confirmación en el “Coso de Insurgentes”. Durante la faena del sexto de la tarde un toro de Mimiahuápan, mete en pie en un hoyo en la arena y se rompe la rodilla, a partir de ahí se forjo como un torero de seda con rodillas de cristal. Los triunfos eran en base al sufrimiento, a veces su cuerpo no podía pero su alma y espíritu no lo dejaban rendirse.

En los años noventa encabeza un repunte del toreo que para ese entonces parecía desaparecer ante la falta de buenos toreros las temporadas se hacían tediosas y aburridas y junto a los maestros Mariano Ramos, Miguel Espinoza “Armillita” y Jorge Gutiérrez logran que la plaza más grande del mundo logre llenarse. Una tarde después de ser pasado por pitones y arena David dibuja un natural planetario que estremece hasta al más ajeno a los toros, una pintura que vuelve loca a la afición. Para ese entonces ya era un torero que se entregaba con alma y cuerpo, y la reivindicación del torero como arte y drama, la pura esencia de este bello arte.

El torero no tenía facultades ya para sobreponerse de las cornadas,  todos como público lo sabíamos y sufríamos con él. Su fe inquebrantable a la “Morenita del Tepeyac” se pondría a prueba en el último minuto de su vida como torero. Ya que los síntomas de soledad y depresión comenzaban a asediarlo y eso fue la cornada más fuerte de su vida, más que los quirófanos más que las cirugías de sus rodillas hechas trizas la depresión fue subiendo.

En alguna de las últimas tardes en la México fue verdaderamente un martirio pero a su vez una gloria pues ya un torero maduro Silveti hizo lo que muchos no se atreven peleo lucho hasta el final para obtener la consagración en este mundo.

Meses después y con las rodillas más que atrofiadas le pedían ya un descanso. Pero David no podía quedarse sin torear para todos era más que conocido que ahí en los ruedos encontraba su querencia como cualquier toro bravo y fue así.  Agobiado por el desasosiego bipolar, el gran torero jaló del gatillo, dejando a su familia y al mundo del toreo estupefacto. En su rancho en Salamanca dicen frente a la imagen de la Virgen de Guadalupe el 12 de noviembre de 2003 dejó de existir la figura del “El Rey David”. Hoy a once años de su partida os quedan los videos pero sobre todo la fuerza y la memoria al ver a su vástago Diego Silveti toma las poses, el cuerpo esbelto y sobre todo el mismo coraje y maestría al pararse frente al toro. ¡Larga vida al Rey David!

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