Adam Przeworski es un hombre de mirada fija pero no pesada. Pone atención cuando se le habla y lo hace evidente; sin ser muy alto, su presencia impone más por la justa fama que lo precede que por un hieratismo del que carece. Es uno de los más importantes politólogos del mundo y estrella académica de la Universidad de Nueva York. Nos visitó en Querétaro hace un par de años y tuve la oportunidad de comentar una de sus ponencias, así como de platicar con él al calor de un par de puros.

Este polaco (lo que ya es decir un poco hermano nuestro, pues la cultura polaca y la nuestra se parecen bastante, marcadas ambas por el catolicismo y por la vecindad con una potencia agresiva) de mente lúcida acaba de publicar un libro, pendiente aún de traducción al español, llamado Why bother with elections? Con una redacción clara y argumentos basados en estudios empíricos, establece lo que es una elección competitiva, así como lo que puede y no puede esperarse de las elecciones.

Considera que una elección es competitiva cuando los votantes determinan quién gana, pudiendo incluso evitar la reelección de quienes la buscan. Y la clave para el politólogo no es que los comicios sean totalmente justos o limpios, sino que los resultados sean inciertos a pesar de lo que puedan intentar los partidos.

Ahora bien, nos comenta que las elecciones, tanto las competitivas como las que no lo son (aquellas en las que, por ejemplo, se conoce el resultado de antemano), comparten tres elementos:

El primero es el nerviosismo de los gobernantes. Incluso cuando el resultado está fijado de antemano, en aquellos países que usan las elecciones como mero rito hay un compromiso de obtener cierta “participación ciudadana”, y si no se consigue esto puede ser visto como un síntoma de debilidad por la oposición escondida.

El segundo es que debe esperarse que los partidos hagan todo lo que puedan hacer para obtener el triunfo, en su caso para asegurar su ventaja electoral.

El tercero consiste en que también debe esperarse que quienes ganen pongan particular atención a aquellos que son dueños de los medios de producción (suponiéndose, desde luego, una sociedad capitalista); esto dado que algunas de las principales decisiones económicas son una prerrogativa del sector privado.

Un problema fundamental que apunta Przeworski es la inequidad tanto política como económica y social que genera un círculo vicioso, una división que se retroalimenta a sí misma y que constituye un necesario límite no sólo del sistema electoral democrático, sino de cualquier gobierno.

Son interesantes estas ideas si las aplicamos a las elecciones en México. ¿Qué conclusiones nos sugieren? ¿Son competitivas nuestras elecciones? Creo que sí. Ahora bien, los tres elementos que he descrito ¿se cumplen o se cumplirán? En todo caso, lo interesante es que lo que se expone en el libro no es producto de una mera reflexión personal, sino de estudios realizados en diversos países. Incluso cita, para un tema histórico, las elecciones de Querétaro en 1847.

El día de su partida le regalé a Przeworski un par de puros, uno dominicano y otro veracruzano. El distinguido autor abrió el paquete con la displicencia propia de quien espera que le regalen un libro que jamás le interesará, pero sus ojos, al ver lo que contenía el envoltorio, me confirmaron el acierto de mi elección.

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