La historia de las crisis son tan antiguas como la existencia misma del hombre, desde las hambrunas donde sólo los más fuertes sobrevivían, epidemias, guerras y otros fenómenos naturales y ocasionados por el hombre. Recuperarnos de ellas depende de su impacto y de la capacidad de visualizar, planear y ejecutar el cómo salir de ellas.

En particular, las crisis económicas, cada vez menos aisladas como resultado de la globalización, tienden a expandir sus impactos negativos rápidamente. A veces la inestabilidad en países como Grecia, con un PIB pequeño en relación a las grandes potencias económicas, logra desbalancear las finanzas internacionales con repercusiones que impactan las bolsas de valores, tipo de cambio en las principales divisas del mundo y a veces llega a tener influencia en los asuntos políticos internos de algunas naciones al surgir movimientos y tendencias ideológicas.

Hay crisis de más fuertes que otras, por ejemplo la del 29 del siglo pasado, ésta sin los niveles de globalización de hoy o la del 2008 que comenzó también en Estados Unidos, replicando sus efectos inmediatamente en todo el mundo, algunos de los que apenas nos íbamos recuperando.

La pandemia que hoy enfrentamos está presente todos los países del mundo y es ya una de las amenazas más grandes que se recuerde para la economía mundial, algo no vivido por esta generación, incluso quizá ni siquiera leído.

Pero no todas las naciones entran y salen de las grandes crisis al mismo tiempo, depende de cómo actúen durante ellas y cómo preparen su salida cuando se empiezan a normalizar los principales factores económicos que den certeza para arrancar de nuevo el crecimiento.

Es esto último lo que algunos dentro del gobierno, quizá no en voz alta, así como fuera de él, parecen estarse insistiendo, el planteamiento de un gran plan nacional de actuación y recuperación, que integre políticas públicas y acciones derivadas de éstas, coordinadas por la federación, por su fuerza, atribuciones legales, recursos económicos, medios para comunicarse y capacidad de gestión internacional.

No es como que no se esté haciendo nada, sin embargo las acciones se diluyen entre anuncios aislados y desarticulados entre ellos, que incluso ni siquiera se le reconoce políticamente a alguien. Por ejemplo los apoyos de la banca y aseguradoras con apoyo de la CNBV y CNSF, las medidas de ayuda de las concesionarias de telefonía celular respaldadas por el IFT, Banco de México con los esquemas de apoyo a las Mipymes, programas de prórrogas de Infonavit a acreditados que se queden sin empleo, créditos a la palabra tanto para comercios informales y formales, adelanto en pensión para adultos mayores, apoyos para taxistas, apertura de los hospitales privados para derechohabientes de IMSS, ISSSTE e Insabi.

Este acuerdo aún puede darse, evitando que en lo local cada quien haga lo que pueda o lo que se le ocurra, bueno o malo. Faltan, entre otras, las políticas de rescate al sector turístico, ayuda a las aerolíneas que apenas empezaban a generar un ambiente de competencia, está también la presión de Estados Unidos y las armadoras para no romper las cadenas de producción en un inminente regreso a la producción del otro lado de la frontera y atender a tantísimos sectores que aún esperan un salvavidas.

Aún hay espacios vacíos, que, como lo ha dicho el propio Presidente, terminan por llenarse. El vacío para llamar y darle forma a ese gran plan nacional de rescate político e incluso de reconciliación nacional puede llenarse aún por el gobierno federal, que con un equipo capaz pueda diseñar, implementar y en su momento evaluar política públicas para que nuestro país salga rápido de la crisis. No todas las economías se recuperan igual, dependerá de lo que hagamos hoy, literal.

Abogado con maestría en Políticas Públicas. @maximilianogp

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