En la actualidad, las mujeres tienen más poder, reconocimiento y éxito profesional que nunca antes en la historia de la humanidad. Sin embargo, aparejada al ejercicio de nuestros derechos, ha surgido una perversa forma de control social que resulta tan o más restrictiva que los roles domésticos tradicionales que aún se imponen a las mujeres.

La industria multimillonaria de cosméticos, perfumes, moda, estéticas y medicina plástica, de la mano de los medios de comunicación y la exigencia social de cumplir con estándares físicos inalcanzables para la mayoría de las mujeres, han orillado a muchas a una vida de profunda infelicidad.

En su libro "El Mito de la Belleza", Naomi Wolf nos habla de la obsesión por la perfección física que atrapa a las niñas y mujeres en una espiral sin fin de ejercicio, dietas, cirugías, tatuajes, fajas, depilaciones y tratamientos químicos, pero sobre todo de odio a sí mismas, intentando cumplir con exigencias sociales inalcanzables para lograr la "belleza perfecta".

A pesar de los avances en materia de derechos humanos, que hoy permiten a cada vez más mujeres participar en la política, academia, deporte y el mundo empresarial, es claro que las opiniones ajenas, relacionadas con su apariencia física, les imponen cargas emocionales sumamente pesadas con respecto de sí mismas, ya que, a pesar de sus logros personales, son duramente juzgadas por una sociedad que relaciona su valor con su aspecto.

Es por eso que cumplir con los estándares de belleza sociales se convierte en una especie de mandato que determina rasgos determinantes de la conducta que se espera de las mujeres y niñas.

Esta exigencia del "debe ser físico" hace que la sociedad califique a las mujeres que deciden no obedecer como rebeldes o antinaturales o de plano descuidadas, porque el valor que se asigna a las mujeres es proporcional al esfuerzo que éstas ponen para mejorar su tez y figura y no su personalidad, conocimiento, capacidad o desempeño como personas íntegra y completas.

Sobran ejemplos de mujeres en puestos de poder y toma de decisión, tanto en empresas como en instituciones públicas, que han transformado su fisonomía con dolorosas cirugías y dietas extremas para parecer cumplir con estándares de belleza europeos, en la creencia errónea de que si se ven más jóvenes y atractivas serán aceptadas e incluidas como iguales en la toma de decisiones por los hombres que manejan las riendas del poder.

Dejemos de fomentar la dolorosa superficialidad que obliga a lograr una apariencia  inalcanzable, perfecta y eternamente joven a costa del bisturí y pasar hambres. Nuestras niñas deben crecer en un ambiente que constantemente valore y reafirme a las mujeres como las personas únicas e irrepetibles que son, de otra manera corremos el riesgo de lastimarlas irreparablemente.

Celebremos todas las etapas de nuestra vida y amemos nuestros cuerpos, nuestras arrugas y nuestras canas, porque solo en ellas se pueden leer nuestras historias.

Titular de Aliadas Incidencia 
Estratégica e integrante de la 
Red Nacional de Alertistas. 
Twitter: @mcruzocampo 
FB: maricruz.ocampo

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