Madres de antaño  relatando sus historias de cómo conocieron a sus esposos, cómo fue su noviazgo, lo que duró y después, el matrimonio. De ésos matrimonios que hoy, hay pocos. No sólo por el tiempo que duran si no también por todo lo que se valoraba y respetaba el significado del  lazo matrimonial que posaba en sus hombros como una cadena indestructible hecha de oro pero con la delicadeza del cristal y aunque invisible a los ojos de todos, inquebrantable y notorio por el simple valor que tuvo su unión.

Mujeres dedicadas en cuerpo y alma a la familia, al hogar y a los cafés con amigas para comentar los problemas de los hijos o los enojos con los esposos. Matrimonios quizá machistas, en su mayoría, pero no importaba porque era lo que había y se conocía. No todas las mujeres quizá de aquella época tuvieron matrimonios como el que describo, pero dentro de mi mundo es lo que más escucho y además conozco por haber sido testigo en carne propia de ésos lazos en mi familia.

El matrimonio era para siempre y hasta que la muerte los separara.

En nuestra época cada vez es más común encontrarnos con matrimonios líquidos. ¡Sí! ésos que se disuelven por alguna diferencia, por alguna infidelidad y hasta por la existencia de las súper mujeres que no tienen claro el concepto de autosuficiencia y relación con el otro.

Existe un grupo de mujeres que yo denomino inquietas y liberales que se desarrollan en el mundo profesional manifestando sus opiniones, creencias e incluso proponiendo sus valiosas aportaciones a los proyectos laborales. Que son guapas, atractivas, atentas, pero sobretodo inteligentes. Que van recorriendo ése mundo con un sin fin de conflictos porque suceden cosas que las confrontan día a día con sus creencias y juicios.

Ésas mujeres que viven tórridos romances sin haberlos buscado pero que suceden y cuando lo viven, se convierte en un plancetero calvario. Sí, ¡es verdad! se contradice lo que acabo de decir, sin embargo viven juzgando cada una de sus acciones y sensaciones porque no han sido educadas para ser infieles. Y es que, ¿acaso lo hombres tienen justificación para ello?  ¿Acaso el machismo no contempló el que la mujer pudiera vivir situaciones similares?

La cotidianidad, el trato diario, hace que día a día conozcamos y compartamos más con los compañeros de trabajo que con nuestra propias familias y esto lo digo en general tanto para hombres como mujeres. El involucrarnos y compartir hacen que la gente vaya teniendo empatía unos con otros. Y cuando existen vacíos, viene la tentación y en ocasiones esa tentación se convierte en un romance y hasta en ocasiones, llegan a abandonar su matrimonio.

Aquí no juzgaremos si está bien o está mal. Eso le corresponde a cada quien emitir el juicio y si es que vale la pena emitirlo. La intención  es  exponer los hechos, porque hay evidencias de que los casos de infidelidad son más comunes de lo que muchos piensan. Y también es cierto que en ése sentido la mujer experimenta un sufirmiento mayor que los hombres por el juicio que desde hace décadas ha puesto a las mujeres con los peores adjetivos ante hechos cometidos. Los hombres siempre tendrán la justificación y autorización social y las mujeres todavía son señaladas sin piedad.

Abro el tema, pero no es suficiente. Me gustaría conocer tu opinión.

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