El asalto al Capitolio de EU dejó atónito al mundo. Nunca en la historia de ese país la sede del poder legislativo había sido invadida por sus propios ciudadanos; nunca en la historia de ese país se había izado una bandera que no fuera la de las barras y las estrellas y nunca una turba había sido azuzada por el Presidente en contra de otro poder constituido.

Los hechos fueron condenados por la mayoría de los países del orbe, excepto por los regímenes autoritarios o aquellos que viven sus propias crisis políticas. En México, el presidente López Obrador se negó a comentar al respecto argumentando que la política exterior mexicana se basa en el principio de no intervención. Sin embargo sí condenó que las grandes redes sociales —Twitter, Facebook e Instagram— cancelaran las cuentas de Donald Trump, lo que calificó como un acto de censura que limita la libertad de expresión.

Creo que el primer mandatario se equivoca. Los actos de censura son acciones que realizan las autoridades para limitar la expresión y manifestaciones legítimas de los y las ciudadanas. El bloqueo de las cuentas de Trump se traduce en la acción de una empresa contra un particular que violó los términos del contrato de servicios. Así de simple.

En nuestro país el artículo 6o. de la Carta Magna es claro al respecto: “La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público”.

Es un derecho humano esgrimir argumentos racionales en contra de las expresiones que no concuerdan con las nuestras. Sin embargo también es nuestro derecho exigir que toda expresión desde el poder que promueva el odio y la discriminación, que busque limitar o impedir el goce de derechos o haga apología del delito quede al margen de la ley y que se considere un acto criminal.

El filósofo austriaco Karl Popper decía que “...la tolerancia ilimitada conduce a la desaparición de la tolerancia” y que, como sociedad, debemos estar preparados para defendernos contra las tropelías de los intolerantes. Esto no quiere decir de ninguna manera prohibir del todo las expresiones intolerantes. Significa que debemos exigir el derecho de hacerlo cuando quienes las esgrimen pretenden defenderlas con el uso de las armas y el abuso del poder.

La libertad de expresión tiene consecuencias, y el abuso de la libertad de expresión de quien se encuentra en la cúspide del poder tiene consecuencias aún mayores.

No debemos perder de vista que lo ocurrido en EU bien puede ocurrir en una democracia más joven, como la de nuestra, en la que muchos y muchas han demostrado que son capaces de quemarlo todo con tal de gobernar sobre las cenizas.

El Presidente de México debe condenar los actos de violencia ocurridos en el Capitolio norteamericano, debe actuar como un demócrata y colocar a México del lado correcto de la historia.

Google News