Si el clima lo permite, el partido Republicano celebrará su convención esta semana en Tampa, Florida. Meses de preparativos, millones de dólares gastados, sin contar lo que se espera recaudar, todo supeditado a una tormenta tropical que podría echar por tierra la fiesta de la derecha estadounidense.

Hace cuatro años, cuando el Grand Old Party se alistaba para el lanzamiento formal de la candidatura de John McCain y Sarah Palin, también se les atravesó el clima, aunque de manera menos directa, pues no estaba en la ruta directa de las tormentas. No obstante haberse celebrado en la norteña Minnesota, la convención se vi opacada por los destrozos del huracán Gustavo, que dejo a millones sin servicios básicos y desplazó a comunidades enteras. El impacto mediático fue mayúsculo y los protagonismos políticos debieron esperar mejor momento.

En esta ocasión los republicanos decidieron ponerse en plena ruta y temporada de huracanes, tal vez esperando que las aguas y los vientos sacudieran un poco de la modorra que a muchos provoca su candidato Mitt Romney, aunque probablemente más por un cálculo electoral y de ratings, dejando atrás las transmisiones de los Olímpicos y en un estado clave para la elección presidencial. Sin embargo, le pegue o no directamente a Tampa a tormenta, la atención de los medios estará, cuando menos, dividida. Y es que no hay discurso político que pueda competir con las imágenes de un desastre natural.

Sea como fuere, el festejo de los conservadores estará enfocado en la TV y el dinero. La competencia por ganar espacios en los medios está a todo vapor. Republicanos y demócratas buscan ser la nota cada día.

La tarea de los demócratas se hizo más fácil gracias a las primarias en que los "compañeros" de partido le pegaron a Romney hasta con la cubeta, y es justo decir que hasta ahora el candidato republicano no ha logrado armar una narrativa convincente ni atractiva del tipo de persona y político que es. Y la selección de su compañero de formula ha reforzado la percepción de que se ha puesto en manos de los halcones conservadores de su partido, lo cual le puede costar las simpatías y los votos de indecisos e independientes.

El caso es que Romney ha decidido endurecer su discurso, cargarse a la derecha y apostarle todo a un radicalismo que nunca lo ha caracterizado. Al renunciar a su propia personalidad, a su propia narrativa, nos dice más, mucho más que cualquier campaña negativa en su contra. Un hombre dispuesto a lo que sea con al de ganar la Presidencia no inspira mucha confianza.

Tiene de su lado dos cosas que podrían todavía llevarlo a la Casa Blanca: las dudas acerca del desempeño de Obama no sólo no se disipan, sino que aumentan conforme la economía se mantiene en su vegetativa recuperación y ni el empleo ni el ingreso medio aumentan lo suficiente como para cambiar el animo de las golpeadas clases medias. Y, por otra parte, la cantidad de recursos que los republicanos y sus simpatizantes han sido capaces de movilizar son impresionantes, y hacen ver comparativamente pobre a la campaña para reelegir al presidente. Esto se debe principalmente a los cambios recientes a la legislación sobre quién, cómo y cuánto puede contribuir y recaudar, hace que cada vez más la carrera por la Casa Blanca sea una transacción comercial, o financiera.

En todos lados se cuecen habas.

@gabrielguerrac

Internacionalista

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