Dentro de los rituales que esa religión laica llamada patria nos ha impuesto y que alegremente seguimos festejando los mexicanos sin chistar es la ceremonia de el Grito de Independencia. Como todo rito, los detalles de los orígenes se nos pierden en el tiempo y lo remontamos a ese momento histórico en que el cura de Dolores, Miguel Hidalgo, llamó a misa a sus parroquianos y los incitó a pelear por el movimiento de Revolución de Independencia de México.

Lo mas probable es que no haya gritado ¡Viva México! Sino que hizo un llamamiento a favor de Fernando VII, cabeza del imperio español despojado del trono en favor del hermano de Napoleón Bonaparte y que provocó que los propios españoles iniciaran una lucha por su independencia en la península y la América Mexicana hiciera lo propio.

Jorge Ibargüengoitia imaginó de manera diferente el cuadro y lo describió así en su novela Los Pasos de López: “Ni él gritó «¡vamos a matar españoles!» ni matamos a ninguno aquella noche. Periñón abrió una barrica del vino que él mismo hacía y nos dio a probar. Estaba agrio. Después dispuso guardias y nos fuimos a dormir.”

El rito del Grito tomaría forma durante los años de la lucha por la independencia dándose por primera vez en el municipio de Huichapan, Hidalgo, un año después del movimiento iniciado por Hidalgo. Al final, se le toma como el acto fundacional de la narrativa histórica de México. Quizás, si se imponen los conservadores en el siglo XIX, la narrativa sería distinta y tendríamos en la memoria colectiva un momento de nacimiento distinto.

Octavio Paz escribió en el Laberinto de la Soledad que el solitario mexicano ama las fiestas y reuniones públicas: “en pocos lugares del mundo se pueden vivir un espectáculo parecido al de las grandes fiestas religiosas de México, con sus colores violentos, agrios y puros, sus danzas, ceremonias, fuegos de artificio, trajes insólitos y la cascada inagotable de sorpresas de los frutos, dulce y objetos que se venden esos días en plazas y mercados (…) Cada año la noche del 15 de septiembre a las once de la noche, en todas las plazas de México, celebramos la Fiesta del Grito; y una multitud enardecida efectivamente grita por espacio de una hora, quizá para callar mejor el resto del año”.

Pero esa lectura del acto ritual del Grito que hizo Paz, me parece se queda anclada en el pasado. Quizás explicaba al México del siglo XX pero el del XXI requiere otras interpretaciones. Los cientos de miles de mexicanos que gritaron en la plancha del Zócalo los 20 Vivas que lanzó el presidente López Obrador no lo hicieron para quedarse callados el resto del año; y tan no lo hicieron que tras el himno nacional comenzaron a corear un “Sí se pudo” y “No estás solo” al presidente López Obrador, mostrando una vez mas el respaldo popular.

Si desde sexenios inmediatos anteriores ya en el Zócalo se hacía eco de la desaprobación al presidente y sus políticas en turno, lo de ayer fue un acto espontáneo del que el silencio ya no es parte de ese mexicano atrapado en su laberinto de soledad que imaginó Octavio Paz y que la ciudadanía busca hacerse sentir a través de la participación en los procesos políticos y sociales, nunca mas como simples espectadores o carne de cañón como fue durante el régimen del siglo XX.

Una ceremonia ritual distinta la de el Grito de Independencia de 2019, que al menos rompe con los años anteriores y desde lo simbólico empieza a dibujarse un nuevo país. Y claro, si el nuevo régimen no cumple con las expectativas, no se callarán los ciudadanos y protestarán como lo hicieron con sexenios anteriores.

Periodista y sociólogo. @viloja

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