El fisco nos persigue inclemente buscando sacar información de donde sea, todo es auditable, las cuentas de banco, las tarjetas de crédito, los viajes al extranjero, cualquier información es útil para obligarnos a pagar impuestos, pero hay un negocio que al parecer es inexpugnable: los cursos de autoayuda.

En estos tiempos tan inciertos para los profesionistas cumplidos, abundan los cursos que prometen resolver en un fin de semana todo tipo de problemas, desde curar enfermedades hasta el despertar de la conciencia, pasando por encuentros angelicales, “cerrar ciclos” o viajes a vidas pasadas. No quiero decir que todos sean auténticos fraudes, pero sí la gran mayoría.

Muchos de estos cursos se anuncian por Facebook, son dados por personas que sólo buscan sacarles su dinero a los ingenuos que se dejan llevar por promesas vanas, fotografías de mujeres en la playa en actitud zen, y mucha mercadotecnia.

Lo que hay detrás de estos “coach de vida” (como arrogantemente se hacen llamar) es una preparación exigua para la tarea de gurús de la sociedad, algunos sólo cuentan con un par de cursos en alguna playa mexicana a un precio estratosférico, sin bases científicas que sostengan sus argumentos, por lo que piden a los incautos que abran sus mentes, en tanto los convencen con música cursilona, inciensos y pláticas llenas de frases trilladas y lugares comunes. Hacen muchos ejercicios donde piden a los participantes que cierren sus ojos para que encuentren su verdad interior, lo que no saben es que mientras cierran los ojos, los gurús leen la meditación guiada para no salirse del script que les dieron los dueños de la franquicia.

En el curso buscarán que los incautos entren en un estado alterado, donde llorarán a mares, asegurándoles que han hecho catarsis y que están curados… Siempre y cuando sigan sus lineamientos y visiten regularmente al coach con sus respectivos pagos. ¡Negocio redondo!

Entonces, ¿cómo saber si un curso vale la pena?

Para empezar, desconfía de los cursos en los que los ponentes son franquiciatarios de alguna vaca sagrada. Prefiere siempre a los autores originales, por lo general serán enriquecedores y curiosamente baratos.

Cuando encuentres el anuncio de un curso de autoayuda y no aparezca el precio en el mensaje, es probable que el costo sea elevado, dos mil quinientos pesos por fin de semana sin alimentos, o más. Recuerda que estas personas pagaron ya una fortuna por el derecho de dar cursos y quieren recuperar su inversión.

Pregunta si te pueden dar factura, si se niegan lo más probable es que no valga la pena tomarlo.

Investiga quiénes son los ponentes, no te fíes de las fotos zen, checa su currículo profesional, y lo más importante, cuál es su reputación, busca que la vida personal de quien da el curso sea congruente con las expectativas que ofrece. Es imposible dar lo que no se tiene. Ten muchísimo cuidado si se trata de un curso para jóvenes o niños.

Investiga si ha tenido socios en el negocio, averigua acerca de las experiencias de otras personas que hayan tomado el taller, de preferencia, platica con quienes lo tomaron meses o años atrás, pregúntales si han tenido cambios perdurables, visibles y comprobables. El llorar y “sacar todo” en un fin de semana no significa nada si no lleva a una regeneración interior real que se plasme en un cambio de vida tangible.

Amigo lector, cuida tu dinero y tu tiempo. ¡No le sigas el juego a estos charlatanes!

Analista política. anargve@yahoo.com.mx

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