Si bien es cierto que cualquiera de las mil cosas que hagamos  nos expresa, dice algo de nosotros. Ya sea desde el deporte que elegimos practicar, el tipo de arte que nos gusta, el cine que vemos o no vemos, aquello que leemos, el periódico que compramos, los amigos que tenemos.
Este sin fin de cosas nos queda impregnado, se vuelve nuestra esencia dramática futbolera y de vida cotidiana hacia las cosas que decimos, hacemos y expresamos. El entrenador del América nos dice algo de las Águilas de este momento, de igual manera el entrenador del Querétaro Futbol Club nos dice las cosas ¿Pero que nos dice?
El futbol, y dicho está de paso, es un fenómeno social. Hay personas que el futbol lo contemplan solo como algo en donde 22 personas se la pasan golpeando y correteando la pelota sobre un césped, rodeados además, de miles de excitados seguidores que no tienen nada mejor que hacer.
Cualquiera puede entender que ésta es una visión simplista, aunque no tenga la menor idea de balompié. El futbol congrega a personas ociosas, desde luego, pero a muchísimas ocupadas, a necios pero también a inteligentes, a profesionales empleados y a empresarios empleadores. Últimamente incluso reclama a las mujeres, chicas jóvenes que comparten con los chicos el trayecto de una pasión.
En resumen y a lo que voy es, intentando hacer una síntesis, el futbol es una ecuación social que combina valores, emociones, símbolos y sentido de pertenencia y es aquí en donde se centra mi tema de este día, el sentido de pertenencia.
El noviazgo como el futbol,  se vive, se apasiona, se enreda y cuando menos se espera, ya estás inverso en emociones que perduran y que poco a poco ataca a cada uno de los sentidos humanos. La vinculación al futbol es emocional, y el noviazgo es igual.
Es raro encontrar a una persona que se haya aproximado al futbol racionalmente. –Le voy a este equipo porque juega bien, porque me gusta y complace su técnica de juego, su estrategia, además porque cuenta con todas las facilidades de poder obtener un campeonato-. En el noviazgo –esta chica o chico, me fascina porque es inteligente, me gusta su forma de ver la vida y porque creo, es lo más conveniente para poder entablar una relación que a la larga me obsequiara un sinfín de satisfacciones emocionales y porque no, económicas-.
Como en el amor, en el futbol un argumento que simplemente llega, es la fe. Podremos imaginar lo ideal, lo hermoso, lo sublime y cuando menos se espera, ¡zaz! llega y es lo que menos imaginamos. Los colores, el color del lápiz labial, el escudo, el perfume, el himno, el cabello, el estadio, su sonrisa, sus goles, sus besos, el futbol y el amor son comparables y ahí es para cuando en algunas personas, el futbol tiene cuerpo de trascendencia.
Solo es recordar que todas esas virtudes que desde pequeños nos dicen que tenemos que buscar, pero que raramente encontramos juntas en la vida real, lo dispersamos en emociones y no hay nada comparable que en la reacción de un gol y como de un sí de una mujer, así que me dirán ustedes si estamos locos los que nos apasiona por el futbol y ejemplo de ello, es el amor a los colores y la fidelidad al amor…Brasil, lastimosamente afectada por ver derrotada a su Verdeamarela…dolió, lastimó, causó tristeza, incluso los que no apoyábamos a Brasil…una pena ver un brasileño llorar, agarrar su bandera como si fuera la última prenda que nos dejara la novia…llorarle y verla partir. El futbol y el noviazgo son lo mismo ¿O no?

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