Las mujeres seguimos rompiendo barreras inimaginables en el mundo. Hemos llegado a ámbitos que hace unas décadas hubiera sido imposible pensar. Hoy vemos una muestra en un deporte que tradicionalmente es considerado para hombres: el futbol. El mundial femenil que está por concluir es muestra de ello.

Llegamos 61 años tarde a la celebración de un torneo de tal magnitud. Hasta la década de los 70 las mujeres teníamos prohibido practicarlo, incluso, en naciones desarrolladas como Inglaterra o Alemania. Sin embargo, el futbol femenil crece a pasos enormes y las cifras de este mundial así lo reflejan.

En 24 años de mundiales, hemos llegado a cifras estupendas para un deporte considerado exclusivo de hombres. Son 130 federaciones de futbol femenil las que se encuentran afiliadas a la FIFA (hay 230 de hombres). Son 24 selecciones las que participaron en esta edición (32 participaron en Rusia 2018) y las cifras van para pronto alcanzar los números del futbol varonil.

Existen muchos factores por los que es deseable que las mujeres participemos y nos desarrollemos en ámbitos y tareas en las que por décadas y siglos hemos sido relegadas. Uno de ellos es que cuando las mujeres participamos generamos una importante derrama económica. Por ejemplo, se vendieron más de un millón de entradas para este torneo y los boletos para la inauguración, seminales y finales se agotaron en tan sólo 48 horas. La final del mundial de Canadá de 2015 fue vista por 500 millones de televidentes y el partido inaugural de este año logró en Francia, sede del evento, 11 millones de espectadores. Las televisoras pagaron en promedio 10 millones de euros por derechos de transmisión, cuatro años atrás desembolsaron 850 mil.

Pese a ello, seguimos por debajo de los ingresos de los hombres. El año pasado la selección francesa recibió de premio 38 millones de dólares y la selección femenil que gane el próximo 7 de julio recibirá solo 10% de esta cifra. Queda pendiente que la FIFA se haga cargo de publicar los ingresos de los mundiales femeniles para hacer un reparto más proporcional de los premios.

Y ni hablar de los ingresos de las jugadoras respecto de los hombres. Tan sólo en México el jugador de la Liga MX que más gana percibe 6.5 millones de pesos al mes, mientras que una jugadora de las mejores pagadas llega a ganar 60 mil en el mismo tiempo. Una diferencia abismal. Pese a ello, no todo son malas noticias. En Noruega tanto los jugadores como la federación de futbol llegaron a un acuerdo para que las mujeres percibieran un sueldo similar al de los hombres por el mismo trabajo. Un paso a seguir para el resto de las Federaciones.

En México tenemos jugadoras de excelencia. Por ejemplo, el gol de Mónica Ocampo contra Inglaterra, en el mundial de 2011, fue considerado este año como el mejor en la historia de estos mundiales. Además, nuestra Liga mexicana sigue creciendo y formando mejores jugadoras.

Otro obstáculo que este mundial enfrenta es la falta de visibilidad y la poca importancia que le dan los directivos y los medios de comunicación. Casualmente la final de la Copa Oro —donde juega México— y de la Copa América fueron programadas para el mismo día de la final femenil. Con ello se eclipsa el evento que, jerárquicamente, debería tener mayor importancia para este deporte.

La buena noticia es que las mujeres seguimos rompiendo esquemas patriarcales y nos estamos apropiando de los espacios que nos corresponden en igualdad de condiciones tanto a hombres como a mujeres. Los deportes son ámbitos en los que la discriminación y el trato desigual aun imperan. Es momento de erradicar los estereotipos de género en los deportes y que las mujeres contribuyamos a visibilizar lo exitosas que somos en el futbol y que convoquemos a amistades y familiares a ver los partidos. La gran final es el próximo 7 de julio, no se la pierdan #Francia2019.

Doctora en Derecho y catedrática de la UNAM

Google News