El futuro del Frente Ciudadano por México está hoy en manos de Ricardo Anaya Cortés. El dirigente nacional del PAN, quien paradójicamente fue su principal impulsor, podría terminar con la competitiva alianza de partidos si mantiene su rechazo al método de elección abierta del candidato presidencial, que ya fue avalado por los otros dos aliados, PRD y Movimiento Ciudadano, y por tres de los aspirantes frentistas, los panistas Margarita Zavala y Rafael Moreno Valle, además del perredista Silvano Aureoles. También el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, apoya la elección por voto directo de la ciudadanía, aunque no firmó la carta de los aspirantes porque él se queda a encabezar la reconstrucción de la ciudad y no iría a una interna.

A todas esas voces que piden elección abierta, que ya son mayoría, se sumará el dirigente de Nueva Alianza, Luis Castro, que hoy anuncia que su partido deja a sus antiguos aliados del PRI y Peña Nieto, para sumarse al Frente Ciudadano en 2018, a cambio de incluir algunas propuestas importantes para el magisterio y una condición clara: “que el candidato presidencial se elija por votación abierta de los ciudadanos”.

Sólo quedan unas semanas para que el Frente registre ante el INE, en noviembre, su “intención de hacer coalición electoral” en cuyo caso tendría que incluir en ese documento el método por el que va a elegir a sus candidatos, incluido el de la Presidencia de la República.

El problema es que Anaya y su dirigencia no aceptan la propuesta de sus otros aliados y sus compañeros de partido de abrir la elección del candidato a la ciudadanía. La negativa del CEN panista se base en tres argumentos: primero, ese método no está en los estatutos internos del panismo; segundo, por tamaño de su votación, le corresponde a Acción Nacional designar al candidato presidencial, según dijo su negociador Diego Fernández a los otros dirigentes frentistas; y tercero, que un método tan abierto permitiría injerencia “del PRI y el gobierno de Peña Nieto para poner un candidato a modo” en el Frente, dicen en el CEN panista.

La negativa de Anaya es interpretada, dentro y fuera de su partido, como un intento por imponer su candidatura personal al 2018, algo que divide y fractura, primero al panismo, y luego al propio Frente porque confirmaría que la verdadera intención detrás de esa alianza fue el reparto cupular de candidaturas a modo. Y que lo de “Ciudadano” sólo fue un membrete sin congruencia de partidos a los que no les interesa la opinión y menos la participación ciudadana.

En contraparte, panistas como Zavala y Moreno Valle, el perredista Aureoles y hasta Miguel Ángel Mancera, sostienen que la única forma de dar “congruencia y sentido realmente ciudadano al Frente, es permitir que la ciudadanía se exprese y diga quién debe ser el candidato de los tres partidos”. Sobre el impedimento del método abierto por no estar en los estatutos del PAN, expertos en derecho electoral afirman que, al tratarse de una coalición de partidos, lo que importa es el método que los aliados definan de común acuerdo y ya no operan los estatutos de cada fuerza política.

Finalmente, sobre el argumento de Diego de que el PAN vale más que los otros dos aliados —25% contra 10% del perredismo y 5% de MC— varias voces en el Frente rechazan ese razonamiento que tachan de simplista. “En una alianza como el Frente el peso individual de cada partido ya no es lo importante, sino el peso que logran la suma de todos sus integrantes ¿De qué le sirve al PAN su 25% si con eso no le alcanza para ganar solo. Para eso necesita y, así lo justificaron, al PRD y a MC. Solos, los tres pierden. Juntos pueden ganar”, comentó un alto dirigente frentista.

Ese es el tamaño del dilema que enfrenta hoy Ricardo Anaya, a quien intentan arrinconar sus contricantes panistas y sus otros aliados: si insiste en imponer su candidatura puede reventar al Frente y a su propio partido; si acepta abrir la elección y competir con el resto de los aspirantes por el voto ciudadano, no sólo legitima el carácter “Ciudadano” de este Frente, sino que lo vuelve una fuerza imparable al 2018.

NOTAS INDISCRETAS…Si no hay contratiempos, hoy el Senado elige al nuevo presidente del Instituto Federal de Telecomunicaciones. En la recta final los senadores tendrán que definir si optan por una nueva presidencia, en la persona de Elena Estavillo, con más independencia del gobierno federal y con experiencia y reconocimiento internacional en libre competencia, o si de plano se allanan a interés del Poder Ejecutivo y confirman el control de Peña Nieto sobre el IFT con la ratificación de Gabriel Contreras, ligado directamente con el influyente ex consejero jurídico de Los Pinos, Humberto Castillejos. ¿Por qué optaran los senadores: independencia y autonomía al órgano regulador de telecomunicaciones o dejarlo en las manos y los intereses de Los Pinos?.. Se agitan los dados. Capicúa.

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