En el marco del día del estudiante en nuestro país, que se celebra por tradición desde 1929 el 23 de mayo, me parece muy oportuno reflexionar sobre ese actor, a veces silencioso, otras tantas apabullante en su actuar y comunicacion, a quien en primera y última instancia nos debemos enteramente como universidades, institutos o colegios.

Sin embargo, si quiero señalar que no pretendo obviar la responsabilidad que todos los actores tenemos en este apasionante proceso educativo , pero sí pretendo en esta ocasión, apuntar las luces de la reflexión hacia el estudiante.

Empecemos con la premisa de que todas las instituciones -quiero centrarme principalmente en las de educación superior- buscamos a los jóvenes más talentosos, con los mejores promedios de aprovechamiento académico, con el mejor comportamiento y sobre todo con la mejor actitud. Es esta última característica del estudiante, que aplica o que se encuentra matriculado, en las instituciones de educación superior, en la que quisiera tomar un poco más de tiempo para la reflexión.

De acuerdo al diccionario de la lengua española la actitud es “la disposición de ánimo manifestada de algún modo”. Por otra parte, Jacques Delors, político socialista e investigador francés, con una óptica sumamente humanista, establece que la educación a lo largo de la vida debe basarse en cuatro pilares: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a vivir juntos.

En esta colaboración quiero cruzar algunas ideas y elementos de la propuesta contemporánea de Delors sobre la educación para el siglo XXI y sintetizarlas en esa sustancia dentro del “perfil ideal” que todas las organizaciones educativas quisiéramos tener en nuestros estudiantes, lo resumiré en actitud.

La actitud lo es todo, creo yo, esta eslogan popular puede significar que los estudiantes mantengan un estado de ánimo siempre presto para aprender permanentemente a aprender, interesarse por la cultura general o conocimientos específicos buscando la integración y generación de nuevos conocimientos y opiniones propios (aprender a conocer).

También significa “meter las manos” —digo yo— mediante la resolución de problemas cotidianos, mediante nuevas formas o caminos para hacer las cosas (aprender a hacer).

Muy importante además es el desarrollar la propia autonomía y responsabilidad en la toma de decisiones, el compromiso personal de formarse integralmente en valores, y no solo en conocimientos, el respetarse y respetar a los demás fomentando la autoestima positiva, integrando el cuerpo, la mente e inteligencia y la espiritualidad de forma holística (aprender a ser); sin olvidar el contexto que a dicho estudiante le toca vivir, respetando los diferentes puntos de vista, para promover la colaboración e integración en proyectos de beneficio común para su entorno y país, aprendiendo a convivir en armonía con los demás (aprender a vivir juntos). La actitud lo es todo.

Concluyo esta reflexión enfatizando que no pretendo modelar ningún idealismo filosófico, solo me estoy atreviendo a sintetizar esos pilares de la educación según Delors en algo tan simple, pero tan retador como la actitud, esa que provoca que los estudiantes se comprometan con su educación de una manera ordenada, empática, participativa, integral, pero sobre todo consiente de su rol en el proceso formativo.

Las instituciones queremos a este estudiante con actitud, imperfecto, pero perfectible, inexperto pero ávido de aprender y desarrollarse, con ambición enfocada, pero sobre todo consiente de su realidad y la de las instituciones, para hacerlo vivir un proceso formativo, transformarlo y convertirlo en el ciudadano que México necesita.

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