Ya desde hace años en México los conceptos de transparencia y rendición de cuentas son incorporados constantemente como elementos indispensables del discurso político de los gobiernos, de la oposición y de la sociedad civil.

Es imposible, hoy día, que alguien cuestione o niegue explícitamente el hecho de que las instituciones del Estado deben permanecer sujetas al escrutinio público y que la información sobre su actividad debe ser accesible para el ciudadano. Por supuesto, Querétaro tampoco escapa de esta inercia.

La transparencia es un elemento discursivo transversal y —con diferentes grados de intensidad— siempre se encuentra presente en las declaraciones, posicionamientos o discursos de los tres poderes, de los órganos autónomos y de los partidos políticos pero también se ha convertido en un componente formal de instrumentos que guían el quehacer gubernamental, ya que tanto el Plan Querétaro 2010-2015 como los planes municipales de desarrollo de Querétaro, Corregidora, El Marqués y San Juan del Río (por mencionar a los más importantes), contemplan dentro de sus ejes o capítulos, líneas de acción en materia de transparencia que “combatan la corrupción y los abusos de autoridad”.

¿Positivo? Sí y no. Sí, porque el concepto de transparencia ha adquirido un valor en sí mismo dentro del sector público. No, porque ese valor tiene un alcance muy limitado al ser mucho más retórico que práctico. En Querétaro tenemos un constante discurso de la transparencia pero no un constante ni consistente (tampoco efectivo) ejercicio de la misma.

Por cierto, tampoco solemos tener discusión pública sobre la transparencia ni análisis sobre ésta. Entonces, a falta de costumbre deliberativa e interés suficiente en los aspectos relacionados con la implementación, es lógico que el discurso dominante sobre transparencia en Querétaro se encuentre lleno de lugares comunes (frases hechas, gastadas, obvias y superficiales).

El valor del discurso, desde mi punto de vista, se da en función de la calidad de su contenido y de la congruencia de quien lo emite, o sea, la continuidad entre lo que se dice y lo que se hace. En consecuencia, cuando oigo al gobernador del estado (y a sus secretarios), a los diputados locales, a dirigentes partidistas, a candidatos a cargos de elección popular, a los presidentes municipales y al propio titular de la Comisión Estatal de Información Gubernamental (CEIG), hacer referencias sobre lo importante que es la transparencia en Querétaro en sus respectivos ámbitos de competencia, no veo mucho más que un discurso anodino y simplón.

Tenemos, por tanto, un discurso sobre transparencia de calidad muy pobre y que no amerita una credibilidad importante.

No tengo elementos que me lleven a conceder que, en general, en Querétaro suceda lo contrario. Si alguien puede demostrar que lo expresado aquí está sesgado y es erróneo, le agradecería que me compartiera sus pruebas y con todo gusto las discutimos.

Politólogo

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